Vive el presente, no el futuro.

Vive el presente, no el futuro. No esperes a que llegue mañana, disfruta de lo que tienes hoy.

12/24/2011

Acorralada 11º

 No. No se reía de mí. Al día siguiente, justo a la misma hora volvió a aparecer el chico del pantalón y justamente volvió a acercarse a mí, aún habiendo otras chicas libres. Sonreí nuevamente. Ese era mi trabajo, tratar con el público. Aunque en ese momento me hubiera gustado tirarle el pantalón en la cara y alejarme de él tan pacha. Su sonrisa era tímida y falsa, pues sus ojos solo mostraban aburrimiento, como si de verdad sus palabras no acompañaran a lo que realmente pensaba. Sin dejar que dijera ni una palabra caminé en busca del pantalón mientras el chico, molesto, me siguió por la tienda de una manera amenazante. Alcancé el pantalón y me giré en el mismo instante en el que el chico me agarró de la muñeca.
 Abrí los ojos del asombro. Apretaba fuerte con la mano pero no dejé transmitir lo que sentía. Era tan inapropiado que me agarrara. Jamás en los años que llevaba trabajando nadie me había agarrado de la mano amenazadoramente, en más, las únicas que lo hacían eran las madres ancianas que venía buscando algo que regalarle a sus nietas.
 ¿Se había vuelto loco ese chico? Madre mía, si tenía novia....no quería ni pensar como la trataría a ella.
 Lo miré a los ojos esperando que me soltara pero no lo hacía. Él dirigió sus ojos a los míos y vi una chispa de aversión. Hice una mueca con la cara e intenté liberarme.
   -¿Me sueltas, por favor?--pedí casi desesperada.
 El chico sonrió, como si lo que hubiera dicho fuera lo que esperaba exactamente de mí. Le tendí el pantalón creyendo que así me soltaría. ¿Qué le sucedía? Me estaba muriendo de miedo. El corazón me empezó a latir a un ritmo desenfrenado. Por favor, por favor, por favor.....
   -¡¿Jess?! ¡Cuando puedas ve al almacen, Paula te necesita!
 Bum. Mi corazón dio un latido más y ya no pude escucharlo más. Alivio. Giré mi cara hacia la chica que me había salvado de mi desesperación. ya no sentía en mi brazo nada más que los restos de dolor y la sangre circulando de nuevo hacia mi mano. Mi compañera del alma me sonreía desde el otro lado de la tienda y me señalaba la puerta del almacen, donde Paula me esperaba dentro. ¿Había sentido que necesitaba ayuda? Realmente, con todas las otras chicas libres que había que me hubiera pedido ayuda a mí era un milagro. ¡Mi angelito!
 Le tendí el pantalón al chico.
   -Aquí tienes, si necesitas algo más puedes pedir ayuda a alguna de mis compañeras, la caja está por allí.--señalé la caja para cobrar con mi mano y salí despedida hacia el almacen, alegremente.
 "Malditos mamarrachos que no tienen respeto a nadie" pensé, dirigiendo mi pensamiento a aquel despreciable ser que se había quedado pasmado mirándome hasta que desaparecí.
 Cerré la puerta con ligereza y me apoyé en ella recuperando la respiración. Cerré los ojos un instante y soltando el último aliento de aire fuertemente caminé por el almacen. Pasé de un pasillo a otro buscándola. Tan solo había cuatro pasillitos cortos llenos de los artículos que vendiamos en la tienda. ¿Y Paula?
   -¿Paula? ¿Donde estás?--llegué al final del tecer pasillo y miré de un lado a otro.
 Regresé mi cara inmediatamente hacia el primer pasillo que lo veía a lo lejos. Algo se había caído al piso. Pero Paula no me había respondido. ¿Me habría oído?
 Caminé hasta llegar al pasillo y doblé la esquina. En la mitad del pasillo, más o menos, había algunas cajas de zapatos tirados. Incluso había un par cuyo tacón se había roto. ¡Mierda! Ahora tendría que pagarlo Paula, y si ella no estaba aquí tendría que pagarlo yo. "¡De eso nada!" Yo no era egoísta, pero para que me descontará dinero de mi paga por romper algo que yo no había roto que lo pagará el culpable. 
 Llegué a los tacones, busscando alguna solución. Y los dejé caer con suavidad en el suelo. Paula debería de estar aquí. Ella no dejaría caer tantas cajas sin colocarlas después. Empecé a asustarme. Este día tenía los nervios a flor de piel.
 Pasos. Pasos por el almacen, con un poco de tacones en la suela del zapato, pero no eran tantos como para ser los de Paula. Dejé caer el tacón roto al suelo y salí de allí corriendo. Llegué a la puerta y la cerré con tanta fuerza como mis manos temblorosas me permitían.
 Desde donde estaba pude ver como el chico que me había agarrado del brazo salía de la tienda tras echar una mirada a lo largo de ella y tras mirarme a mí por última vez. Sonrió y salió de ella. ¿Eran alucinaciones? Lo único que me faltaba era despertar la curiosidad de un pervertido y tener a un acosador.
 ¿Acosador? ¿Y porque iba a aserlo? Solo había venido a comprar un pantalón. ¿Qué tenía de malo? Volví a desviar mis pensamientos en cuanto sentí como la puerta en la que estaba apoyada temblaba mientras alguien intentaba salir. La puerta se movía hacia atrás y hacia adelante frenéticamente. Me alejé un par de pasos, mirándola fijamente, esperando que alguien saliera de ella. No estaba cerrada con llave. ¿Por qué no salía nadie? ¿Intentaba Paula darme una broma de mal gusto? Porque ya lo estaba consiguiendo. No, mentira. Ya lo había conseguido, si es que su objetivo era asustarme.
 Posaron una mano con delicadeza en mi hombro y me giré inmediatamente entornando los ojos. Miré a la cara a aquella persona y vi a Paula con las manos en alto como si yo la estuviera apuntando con una pistola y le pidiera que levantara las manos.
 Giré la cara hacia la puerta que ahora estaba a diez pasos de mí. No temblaba. No se movía. ¿Qué diablos sucedía?
 Conté cuantas chicas había en la tienda. Todas. Estaban todas contando conmigo. Entonces.....¿quién estaba ahí dentro?
   -¿Estás bien?--preguntó Paula preocupada.
 La miré un segundo antes de responder.
   -Sí, claro, ¿pero tú no estabas dentro?--señalé la puerta con una mano intentando disimular el temblor que tenía.
   -Sí, pero como no venías salí a buscarte.--sonrió.
 Sonrisas, sonrisas, siempre sonrisas. Siempre en su cara. Sus ojos seguían brillando a pesar de notar que yo estaba rara. Sonrisas, preocupación, falsedad.
 Sonreí. Dos sonrisas fingidas.
   -Ven conmigo.--dijo agarrándome del brazo--Es una sorpresa, pero no puedes decírselo a las demás, seremos las únicas que lo sepan ¿vale?
   -No te entiendo.--hablé desconfiazada. ¿De qué me estaba hablando?
   -Es una sorpresa, Jess--dijo cansinamente. ¿Una sorpresa? No me gustaban las sorpresas, en absoluto.
 Miré la puerta del almacen por última vez y mi cuerpo se paralizó. Estaba abierta de par en par y las luces del interior estaban completamente apagadas, desconectadas.
 Había salido.