Vive el presente, no el futuro.

Vive el presente, no el futuro. No esperes a que llegue mañana, disfruta de lo que tienes hoy.

12/29/2012

Acorralada 21

  -Vamos, Jess......estás espantando a los clientes. Reprime tu mal humor para después.--comentó nuevamente la encargada de la tienda.
  No podía creerme mi mala suerte. Había pasado un espléndido aunque corto fin de semana. Roberto se había convertido en mi ancla salvavidas por este tiempo. Habíamos pasado prácticamente todo el fin de semana juntos. No me había dejado sola ni un solo minuto a excepción de por la noche para dormir y los minutos en los que tardaba en vestirme. Y había descubierto que junto a él, a pesar de mis problemas, éstos se esfumaban y me hacía sentir bien. Más que bien, me hacía sentir viva y segura después de mucho tiempo. Pero tras comenzar de nuevo la rutina, mi mal humor había ido creciendo de mal en peor. Era una estupidez decir que ahora sin él no me sentía de buen humor. Pero así lo sentía en esos momentos por la tarde mientras trabajaba. Razón por la cual la encargada ya me había llamado la atención varias veces en pocos segundos seguidos en lo que llevábamos de tarde. Por mi mala conducta con los clientes como ya me había dicho, por tratarlos irrespetuosamente. Pero es que, los clientes cuando querían se convertían en alfileres pegados a la suela del zapato y resultaban de lo más molestos por sus interminable y estúpidas preguntas que repetían una y otra y otra vez y hasta que no se la respondía por décima vez no se daban por enterados. Y ese día, yo, no estaba de humor para aguantarlos. Mucho menos para trabajar.
  En una tienda como la que yo trabajaba tenía mucho tiempo libre para pensar y solo se me venían cosas horribles a la cabeza a parte de rememorar el maravilloso fin de semana. Pero es que también, al empezar la semana tuve que hacer frente a la realidad. Anulé mis tarjetas de créditos perdidas durante la persecución y aún faltaban varios días para que las nuevas reemplazaran las perdidas. En cuanto al asunto del DNI.....eso era otro caso completamente distinto. Aún no había denunciado la desaparición de mi DNI lo cual aún no tenía uno nuevo. Pero eso implicaba ir a la comisaría central de la cuidad y allí no solo se encargaban de los documentos de identificación, de los DNI o los pasaportes, sino que también se desarrollaban las investigaciones locales de menores grados o incluso alguna que otra excepción como lo era la mía. Y sabía que allí trabajaba el poli que me había atendido durante mi pequeño "accidente" de hacía meses. Encontrarnos suponía un breve e improvisado interrogatorio, si es que aún se acordaba de mí. Pero lo dudaba. la cuestión era que me daba demasiado miedo enfrentarme a la situación. Ya ni soportaba ver a los policías merodeando a mi alrededor aunque fuera solo de paso. ¿Significaba eso que me había convertido en cómplice? Porque sin duda, si no tenía nada que ocultar ni era culpable de nada no debería sentir miedo.....
  -¿Jess? ¿Jess? ¿¡¡Jessica!!?--gritó la encargada fuertemente tanto que mis compañeras, que se encontraban en la otra punta de la tienda desviaron las miradas hacia nosotras curiosas. Puede que incluso sorprendidas. Al igual que lo estaba yo al darme cuenta de que me llamaba. Le presté atención a Marina y vi sus pupilas ligeramente dilatadas junto con sus cejas fruncida en una mueca enfadada.
   -Me has hartado por hoy.--declaró y entonces fue cuando me di cuenta de la cruda realidad y de la verdad de lo que significaban sus palabras. Podría despedirme.--Recoge tus cosas, márchate a casa y haz lo que tengas que hacer para arreglar los problemas que tengas. Mañana te quiero sin falta y ¡de buen humor!--gritó antes de alejarse completamente de mí hacia el mostrador para contar el dinero de las ventas de hoy.
   Por el contrario, yo recogí mis cosas y desaparecí veloz antes de que cambiara de opinión y me dijera que volviera al trabajo. Marina en el fondo era una buena persona y me lo estaba demostrando al dejarme marchar para "arreglar mis problemas". Era la más mayor de todas mis compañeras y sabía que me veía como a una niña. Y pensando en ella supe que tenía razón. No podía posponer más el asunto de mi documentación. Me arriesgaba demasiado al conducir sin mi documentación. ¡Incluso mi carnet de conducir había desaparecido! Reí en voz alta mientras entraba en el coche con la intención de dirigirme al centro de la ciudad. Y varias personas que pasaron cerca de mí se me quedaron mirando como si estuviese loca. "Posiblemente tengan razón" pensé.

10/13/2012

Acorralada 20

 Abrí los ojos lentamente, sintiendo algo blandito bajo mi cabeza. Me sentía un poco dolorida por la falta de movimiento al dormir. Pasar toda una noche en la misma posición terminaba por acartonarme. Me acosté boca arriba, todavía con los ojos cerrados y suspiré. Empecé a notar una sensación de dolor en la espalda pero que a la vez me aliviaba. Y gemí. No quería levantarme. Aún no. Quería volver a dormir un par de horas más aunque después me arrenpitiera. Al menos tendría más energías con las que aprovechar el resto del día. Sonreí de placer. Si había algo más blandito y suave que una almohada aún no conocía su existencia. Acaricié la almohada con la cara suavemente y me sentí feliz.
 Dejé que mi consciencia se fuera yendo lentamente al mundo de los sueños, regresando a él. Y entonces sentí que mi cama se removía. No. Mi cama, no. Mi cabeza. El corazón comenzó a latirme más deprisa como si acabaras de despertarte después de una terrible pesadilla y abrí los ojos.
Encima de mí había un techo beige y justo encima de mis ojos había colgado unos focos de luz. ¿Luz? No se correspondía con la distribución de mi habitación. Giré la cabeza un poco hacia la izquierda y me encontré con la mirada curiosa, rojiza y achinada de alguien que se acababa de despertar. Roberto me sonrió. Y no pude hacer otra cosa que mirarlo con los ojos desórbitados. Miré hacia abajo y vi mi cuerpo acostado sobre el sofá  y por consiguiente mi cabeza estaba sobre sus muslos y justo en la cima de mi cabeza sentía el bulto del chico entre las piernas. Me sonrojé.
 Entonces toda la noche anterior me vino a la cabeza como un relámpago, recordándolo todo. Después de haber terminado la película cogimos una botella de vino y comida de picoteo. Pero una botella se convirtieron más tarde en dos y tres y cuatro también.....Y la comida pasó a un segundo plano. Debí de haberme dormido mientras él se entretuvo buscando el botón para apagar la televisión y tener más tranquilidad a la hora de hablar. Y debía admitir que el tema de las penas que habíamos tenido en nuestras relaciones no era algo agradable de tratar. Sobre todo al oírlo hablar a él. Aunque solo me hablase de una chica, su última chica, la que yo había llegado a conocer, no pude evitar sentirme celosa. Por él, por cómo era. Y entonces supe claramente que me gustaba. No era amor. No estaba enamorada. Pero me gustaba. Últimamente pasaba mucho tiempo con él y su persona me atraía.
 Lo vi observarme con una mirada cálida y no pude evitar volver a sonrojarme. Me levanté precipitadamente, sentándome a un par de manos lejos de él. Entonces él aprovechó para estirarse y no pude evitar pensar que quizás le hubiera obligado a quedarse por no poder desprenderse de mí y esa idea me atormentó. Y se reflejó en mi rostro la preocupación.
   -Roberto.....--comencé a decir vacilante--...perdona. Por quedarme dormida sobre ti. Seguramente te habrías ido a casa de no ser por mí.
 Me obligué a cerrar la boca. Con pedirle perdón había sido suficiente. No debía enrrollarme. Pero no pude evitarlo. Él me miró extrañado bajo sus gafas y sus mejillas tomaron un color cálido rosado.
  -No te preocupes. Ha estado bien.--y volvió a sonreír.
 ¿Ha estado bien? ¿Que quería decir con eso? ¿Que le había gustado la "velada" improvisada? ¿O que le había gustado dormir aquí, conmigo? Seguramente se refería a tener algo de compañía y no estar solo en su casa. Seguro que era eso.  Porque.....¿por qué le iba a gustar estar dormir conmigo? Su ex-novia era mucho más agraciada, casi, solo casi, podría trabajar de modelo profesional si se lo proponía. Era hermosa. De eso no había duda. Pero ella no le quería y ya hacía tiempo desde que había aparecido en su vida.
  -Vamos, Jess.--dijo repentinamente sacánome de mis pensamientos. Se levantó de un ímpetu del sofá y agarrándome de las manos tiró de mí para levantarme.
   -¿Vamos? ¿A dónde?--pregunté confusa y me salió hoyuelito entre las cejas al juntarlas.
   -Vístete y vayamos a desayunar por ahí.--respondió con un tono bromista y enérgico.--Si quieres....--añadió más tarde al ver que yo no respondía. Dirigí mi mirada a sus ojos y a través de sus gafas pude ver alegría en los suyos. Seguramente era porque se le había ocurrido una idea y deseaba llevarla a cabo como le sucedían a los niños pequeños cuando se les metía una idea en la cabeza.
   -Vamos.
  Me levanté del sillón y tanto él como yo nos fuimos a cambiar, para dentro de unos segundos volver a estar juntos. Presentía que iba a ser un día tranquilo, divertido. Un día gustoso dentro de una época de mi vida desastrosa.

9/18/2012

Me cuesta decírtelo

El sol se está escondiendo detrás de las montañas, tan lejanas pero por su inmensidad a ella le parecen muy cercanas. Camina sin rumbo por la calle casi con los ojos cerrados disfruntando de la cálida luz que baña su rostro y una sonrisa se dibuja poco a poco en él. Solo cuando mira al frente su sonrisa se ensancha aún más adivinando el cuerpo al que se acerca. Lo conoce. El chico también se acerca a ella poco a poco y al reconocerla le sonríe hasta llegar a ella. Ambos se quedan a un par de pasos con la alegría imborrable dentro de ellos. A la chica le late el corazón. Cada vez más fuerte, no puede evitarlo. Es lo que siente cuando él está cerca de ella, siente mariposas en el estómago y siente que casi le dan mareos. Suspira sin que él se dé cuenta. Aún no se han dicho nada, pero no les incómoda. Sin embargo, ella si que quiere decir algo. Quiere liberarse, compatir sus sentimientos con él.
              Piensa: "te quiero"
 Pero las palabras no le llegan a la boca. Su garganta no emite sonido alguno, le es imposible. Solo entonces, cuando está a punto de rendirse, de callar lo que siente para siempre y olvidarse de él, una frase llena el ambiente.
              -Te quiero.
 El chico, que sentía lo mismo que ella ha decido dar el paso. Y aunque lo rechace, tenía que intentarlo porque cada vez que se encontraba con ella sentía que esas palabras se le iban de la boca. Se acerca a ella para besarla, no puede resistirlo. Pero ella no se aparta, no huye. Se le dibuja una sonrisa en la boca mientras él la besa y comprende, sin palabras, que ella siente lo mismo que él. Solo que no se lo ha dicho. Tampoco cuando se alejan. Pero sabe mejor que nadie, que esa chica es especial. La conoce.

6/28/2012

¿Te has sentido perdid@ alguna vez?

Seguro que much@s se han sentido sol@s alguna vez. Incluso rodead@s de muchas personas. Pero...¿eso que importa? Realmente lo que importa son las personas que se han sentido solas rodeadas de personas conocidas, importantes en sus vidas. Ahí está la cuestión preocupante. Sentirse solas rodeadas de personas a las que quieres.
 Quizás sea simplemente por una cuestión de inseguridad o confianza en una misma. Quizás sea una racha de mala suerte y estés perdid@ pero sabrás que recuperarás el camino que andabas antes. O....quizás sea porque realmente, entre esas personas que quieres no encuentras lo que necesitas, lo mejor para ti, lo más sano. Y a pesar de quererlas no sientes ninguna felicidad, sino que te sientes sol@, perdid@, como si esas personas no te ayudaran a ser feliz. En ese caso, reside el verdadero problema. Y es que....no siempre personas a las que quieres serán buenas para uno, no siempre te sentirás protegid@ con ellas. Y quizás, eso es lo que nos desoriente. Saber que una persona a la que quieres jamás llegue a ser la persona adecuada para ayudarte en la vida.
 Entonces es normal sentirse sol@s.
    Creo que es mejor sentirse sol@s rodeados de mucha gente. Porque entre ellos, aunque te caigas, aunque no te encuentres bien ni seas feliz, sabrás que en cuanto te alejes de esa multitud habrá gente esperándote, personas en las que puedas confiar, sentirte tu mism@ sin incomodidades, sentirte, al fin, feliz.
 Y es que...el único remedio que existe es ser precavid@. Estudiar a las personas a conciencias, a fondo, y cuando estés preparad@ y segur@ de que esa persona no va a pasar a convertirse en alguien a quien quieres pero que no te da felicidad, déjala entrar en tu vida. Ahí....estarás evitando el hecho de sentirte sol@ entre personas queridas y darás paso a que cuando atravieses una múltitud y veas a esa persona....te provoque una SONRISA.



5/12/2012

Acorralada 18

 Frustrada me dejé caer en el sofá y enterré mi cara entre mis manos nuevamente mientras respiraba lenta y profundamente. Tantas cosas. Tantas vueltas a mi cabeza. ¡No podía descansar! ¡Maldita sea! Ya no sabía si estaba enfadada de verdad por la situación, confusa o atemorizada. Pero ahora mismo lo que sentía era rabia. Rabia hacia aquella noche. Rabia hacia mí misma por ello. Rabia por el chico ese que no se merecía ni que le llamase así. Rabia porque no me dejaba seguir con mi vida. Rabia porque me amenazaba. Rabia, rabia y más rabia.
 Traté de tranquilizarme. "Tranquila, tranquila, tranquila......."repetí una y otra vez en voz alta como un pequeño aliento, un pequeño apoyo. Y en ese mismo instante, a estas altas horas de la noche, sonó mi timbre. Giré la cara inmediatamente hacia la puerta mientras mi corazón se saltaba una pulsación. Entrecerré los ojos, desconfiada. No iba a abrir. No lo iba a hacer. A estas horas nadie podría esperar que lo recibiera en mi casa. Nadie. Además, ¿y si.....no era nadie conocido? ¿Y si era otra persona? ¿Esa que se había quedado mi cartera? ¿Y si.....?
 Aporrearon la puerta con el puño desesperadamente y entonces supe que no podía ser ese. Supe, que era alguien conocido. Escuchaba mi nombre entre una voz conocida, amortiguado por los golpes que daba contra mi puerta. Solté aire.
 Llegué a la puerta y la abrí tranquilamente, despacio, normal, dejando que los sentimientos de hacía unos segundos se evaporasen. Y allí lo vi.
 Su boca se abrió en una mueca sorprendida al ver que estaba en el apartamento y entonces supe que él creía en la posibilidad de que yo no estuviera en casa. Y me dio curiosidad el saber que estaba pensando exactamente. Los ojos que se ocultaban tras sus gafas me miraban atentamente. Primero preocupados, luego, aliviados.
 Sonreí con ojos cansados, esperando a que él hablara primero. Carraspeó suavemente y se subió las gafas con el dedo índice. Bajo la mirada al suelo y después volvió a mirarme.
  -¿Estás bien? He oído mucho ruido y....--se interrumpió a sí mismo, dejando las palabras en el aire, la frase a medio formar. Pero lo entendía. No era tan difícil.Volví a sonreír mientras hablaba.
  -Sí, es solo que.....me sentía un poco frustrada y...bueno lo he pagado con la casa.--reí para relajar el ambiente, quitándole hierro al asunto.
 Roberto no se atrevía a mirarme directamente a los ojos. Los suyos se perdían por toda mi cara menos en mis ojos. Sonrió nervioso.
  -Me alegro.--me miró a los ojos después de decir eso y yo no supe como tomarmelo. ¿Se refería a que se alegraba de que yo estuviera frustada?--Bueno...me refiero....yo no es que me alegre. A ver yo....me alegro pero no de que estés frustrada. Yo....me refiero a que es un alivio de que no te haya sucedido nada. Yo pensaba que había ocurrido algo. Por eso he venido. Pero ya veo que no era nada malo, supongo. Bueno...y...y yo no quería molestar....
  -Rober.--lo interumpí un poquito más feliz--Tranquilo. Lo entiendo.--reí suavemente y él me sonrió.
 Fue entonces cuando se me ocurrió una idea. Me gustaba y me emocionaba, pero me daba inseguridad por el hecho de que yo misma me decepcionase. Aunque.....
  -Oye....¿quieres pasar a ver una película? No me vendría mal un poquito de compañía.
 Vi como las mejillas de Roberto se sonrojaban y sus ojos se abrían de par en par, para después acabar formando una dulce sonrisa. Asintió con la cabeza.
  -Me parece estupendo. Si no te importa que sea tarde, claro.
 Me encongí de hombros y dejé que pasara, sin antes darme cuenta de que el alboroto que había formado en el salón todavía seguía allí. Cerré la puerta rápidamente y me precipité hacia el salón volando, sin que se notara mucho. Tampoco estaba tan lejos de la puerta pero había que dar un par de pasos antes de llegar.
 Vi como Roberto se detuvo al llegar frente al sillón y lo miré por el rabillo del ojo mientras recogía las cosas del suelo y las volvía a poner en su sitio. Él lo examinaba todo con detalle, como si de verdad hubiera ocurrido sus más oscuras sospechas y no simplemente lo que me había limitado a contarle yo.
 Se agachó junto a mí. Él ya estaba en pijama. Realmente estaba tan mono.....que me paré a examinarlo de arriba abajo sin darme cuenta. Tenía entre mis manos el móvil y unas cuantas revistas que habían estado hasta ahora en la mesa.
 Llevaba puesto unos pantalones largos de tela fina a cuadros en tonos verdosos y una camisa de manga hueca en color negro que se adhería a su torso. Roberto no era de complexión musculosa, pero tenía su propio encanto y un cuerpo que jamás había sospechado que tuviese tan moldeado bajo sus trajes de chaqueta y corbatas. Estaba tan embobada mirándolo que no me había dado cuenta de que me hablaba.
  -¿Ocurre algo?--volvió a preguntar un poco azorado y yo volví a la realidad. Bajé de las nubes y reparé en las revistas y el móvil que tenía en las manos. Lo dejé sobre la mesa y antes de volver a agacharme observé que todo estaba ya recogido. Mis mejillas se sonrojaron al estar siendo escrutada por la mirada de Roberto quién esperaba una respuesta por mi parte.
  -No. Simplemente que me han gustado tus pantalones. Yo tengo unos iguales, pero en rojos.
 Reí en voz alta al darme cuenta de que eso que había dicho era verdad. Yo tenía unos iguales pero en rojos.

4/13/2012

Acorralada 17º

 A salvo. Ya me encontraba a salvo. Saqué las llaves del contacto y cerrando la puerta del coche le puse la alarma y lo cerré automáticamente. Caminé hacia mi edificio mirando hacia todos los lados. No serviría de nada. Si ya me había dejado unas notas anteriormente sabía donde vivía y donde trabajaba. Pero era el único lugar donde no me haría daño. O al menos por ahora, mientras no supusiese que yo fuera un peligro para él.
 Mi corazón había recuperado su ritmo normal una vez que estuve lo suficientemente lejos del chico y mi cuerpo no había temblado más que por la desesperación. Pero ya, exhausta de tantas emociones por hoy, no podía sentir nada más. Me encontraba tranquila. Mi cuerpo lo estaba. Pero quizás mi mente, mi cabeza, seguía un poco desconcertada y preocupada. No dejaba de pensar. No podía parar.
 Tenía clara una cosa. El encuentro de hoy no había sido previsto anteriormente. Había sido una pura casualidad. A juzgar por el rostro del chico y su expresión al verme, podría jurar que no había esperado encontrarse conmigo. Una horrible coincidencia. Pero horrible de verdad. El día de hoy, la noche, la había planeado para despejar mi cabeza, para atreverme a salir un poco más de casa. Salir a otros sitios que no fueran hacer la compra ni ir a trabajar.
 Debía admitir que no me gustaba en absoluto la idea de volver a salir ahora mismo. Aunque claro....acababa de encontrarme al chico que hace un par de meses estuvo a punto de matarme. ¿Qué esperaba? Eso era normal. Pero no me asustaba. Ya no. En cierto modo mi mente se había hecho más fuerte a medida que intentaba superar mi momento cercano a la muerte y las notas amenazadoras que me encontraba de cuando en cuando. Debería ser al revés. Debería estar hecha un lío. Debería tener miedo, debería estar deprimida, debería querer volver con mis padres, estar bajo protección, sentirme segura. Pero no era así. Es cierto, tengo miedo. No puedo negar ese hecho. Ahora mismo no lo siento. Pero eso no significa que no lo sienta.
 "He escapado" "Esta vez lo he hecho"
 Sí. He escapado de las garras de aquel asesino. Lo he hecho. Y ha sido por mi misma. Lo he visto y he sabido reaccionar. O bueno....he reaccionado como mi cuerpo ha querido de la impresión, pero al menos he manejado la situación como pude. Aunque quizás, un error mío fue rechazar por segunda vez la ayuda de un amable chico. Si hubiera fingido que no me encontraba bien quizás me hubiera acompañado todo el rato hasta que me hubiera sentido mejor. En ese caso no hubiera tenido que echarme a correr intentando esquivar a mi asesino. Pero lo hecho, hecho estaba.
 Me daba curiosidad. No dejaba de pensarlo desde que me encontré cara a cara con mi asesino y supo reconocerme incluso a la luz del cine y totalmente cambiada. Pero.....era propensa a rechazar la ayuda de los demás a menos que la necesitara profundamente y con eso solo me refiero a emocionalmente. Porque.....he necesitado ayuda para salir de algunas situaciones y no la he aceptado. Ni siquiera de aquellos dos policías. Agentes de la ley que son perfectamente capaces de mantenerme a salvo y viva. Pero no quiero la ayuda de nadie. No la quiero. Ni la acepto. No soy capaz de saber por qué, pero simplemente es así y punto. Ni respuestas ni más preguntas.
 Mi apartamento olía a ambientador. Sin quitarme la ropa ni acomodarme me senté en el sofá y me quedé mirando a la nada con el bolso abrazado contra mi pecho. Los ojos empezaron a escocerme y entonces fue cuando parpadeé fuertemente y algunas lágrimas se deslizaron por mis ojos debido a tanto tiempo sin pestañear. Volví en mí misma y abrí mi bolso. Fui sacando todo lo que tenía de uno en uno hasta terminar de vaciar mi bolso y hacer un pequeño recuento de mis posesiones.
 Las llaves de mi coche, las gafas de sol dentro de su estuche que nunca sacaba del bolso, chicles, las llaves de mi apartamento, un pequeño bolsito con los tampax y las compresas de emergencia, un botito de aspirinas, clinex, mi móvil táctil, una carterita con números de teléfonos......¿Qué me faltaba? Me concentré en recodar todo lo que había hecho con mi bolso cuando había salido de casa e ido al cine.....Cine, cine, cine......
 "Noooooooooo........." grité horrorizada para mí misma. Resbuqué frenéticamente en el bolso varias veces sin querer creermelo. "No, no, no. No puede ser. No pueder ser" ¡Mi cartera! ¡Mi cartera! ¡Había perdido la cartera! Mi DNI, fotos personales, dinero....Lo había perdido todo. Pero lo que más me importaba era mi DNI y mi dinero. No, no, no. Tenía tarjetas de créditos, incluso.
 "Mierda, mierda" Solté el bolso y me llevé las manos a la cabeza. Dejé caer el lateral de mi cuerpo contra el respaldo del sillón y me incliné sobre mis rodillas, escondiendo mi cara entre ellas. "He perdido la cartera." Ahora tenía un enorme follón que solucionar. Debía avisar de la pérdida de mis tarjetas de créditos para que las desactivaran y me mandaran otras nuevas. Y debía ir a la policía para informar de la pérdida de mi DNI y sacarme uno nuevo. Mierda......Esto no me podía pasar a mí. Debían darme una tregua. "La he perdido junto a mi asesino. Si él la encontrara ahora, sabría todo de mí."
 Levanté la cabeza horrorizada ante esa idea. Si mi asesino había reparado en mi cartera y la había recogido y examinado, ha encontrado todos mis datos. Todos. Tiene todo de mí.
 Enfadada conmigo misma alargué mi brazo y barrí todo lo que había encima del sillón, lanzándolo hacia el piso a la vez que gritaba desahogándome.

chica mala 2

IRONÍA. ¿Sabes lo que es?
Mi palabra favorita. ¿Te suena de algo? Quizás es porque la he utilizado contigo. O puede que no. Pero nadie puede asegurarlo. Si eres list@ lo sabrás pero si vives en la fantasía o en la realidad, no lo habrás notado jamás.

¿Quieres que responda? ¿Porque no estás segur@?
Es tan sencillo como respirar. Sabrás por experiencia que no deberías fiarte de nadie. Jamás. O quizás es más adecuado decir que no confíes en nadie. Al menos, no lo hagas en mí. ¿Te digo por qué? 
 Significado: me reiré de ti.

"Jajaja." Una bonita risa nunca hace mal a nadie. Puedes fiarte de quien sea completamente, pero eso está claro. Lo que no está claro es si te tomo en serio o no. Ahí notarás la diferencia. Jajaja.

3/30/2012

Tú....¿qué crees?

No piensas que te pueda suceder a ti. Jamás. Pero el día que sucede es inexplicablemente emocionante. Te rindes ante todo por no poder o no querer seguir luchando por nada. Es cierto que todos dicen que nunca debes rendirte, que nuncas debes dejar de luchar. Pero....¿y si decides dejar de hacerlo? No cambiaría nada, en cierto modo. Todo seguiría exactamente igual. A tu alrededor. Pero ¿y si rindiéndote consigues lo que llevas mucho tiempo queriendo alcanzar? A veces, simplemente, una rendición no es algo negativo sino una victoria. Lo complicado es saber distinguir cuando lo es y cuando no.

3/28/2012

Acorralada 16

 No. No podía ser. Esos....esos chicos......No. No eran chiquillajes. No lo eran. Eran chicos grandecitos. Chicos con la edad suficiente para trabajar, para estar en la universidad o incluso más. Eran chicos malos. Malos. Malos por su comportamiento de niñatos. Pero mis ojos solo se centraron en uno. En uno solo. No en el que estaba detrás de mí. Justo en el mismo número de butaca que yo pero en una fila más. No. Mis ojos se desviaron hacia su compañero. Permanecía impasible con su cuerpo relajado pero sin bajar la guardia. ¡Estabamos en una película! Y ese.....parecía que esperaba a que Johnny Blaze lanzara sus cadenas contra él para obtener lo que quería: pelea.  Pero lo había reconocido. Mis manos comenzaron a temblar ligeramente y comencé a sudar más de lo que estaba. Él me miró, notando mi mirada fija en la suya. Pasaron unos segundos y entonces sus cejas se fruncieron, alertas, sitiéndose amenazado. Yo fui una chica lista y giré la cara rápidamente hacia su compañero, el que tenía el mismo número de butaca que yo, sin que se me notara extraña. El chico me miraba ahora divertido, con una pequeña sonrisilla dibujándosele en el rostro. Señalé sus pies con mis temblorosas manos e hice todo el esfuerzo del mundo para que no se me notara. Lo miré con rabia, rabia contenida. No podía joderme. Ahora si que no. No lo iba a permitir.
   -Mantenlos en el suelo o te los romperé. ¿Queda claro?--bramé enfurecida. Pero yo sabía que no era más que una actuación. No estaba enfadada estaba asustada.
 El chico no dijo nada más. Bajó los pies, azorado. No se había esperado esa reacción. No. Había creído que sería más amable, para así él poder replicar y divertirse conmigo, pero no se iba a divertir. Conmigo no.
 Volví a sentarme correctamente. Mirando la pantalla mientras sentía una mirada clavada en mi espalda.
 En mi película. En mi cine. En este centro comercial. En el mismo lugar. ¡Yo no había ido al centro comercial en el que trabajaba porque no me gustaba que todos me conocieran! Siempre había venido a este a ver las películas. A verlas en este cine yelmo. "Tengo que salir de aquí." "¡Tengo que salir de aquí!"
 Agarré mi bolso con fuerza y dejando la película sin terminar bajé las escaleras rápidamente y salí de la sala, sintiéndome claustrofóbica, observada y nerviosa. Todo me daba vueltas. Mi cabeza viajaba entre la realidad y la inconsciencia y mi estómago amenazaba con expulsar la comida que había comido hacía poco.
 Empujé la puerta de la sala. Fuera de ésta el mundo parecía mucho más brillante y ruidoso. Casi irreal. Me tambaleé confusa hacia las escaleras mecánicas.
 "Aquí, aquí, aquí, aquí......"murmuraba mientras caminaba. "Aquí, aquí, aquí...."
   -¿Se encuentra bien, señorita?--murmuró una voz desconocida. No estaba caminando. Me había detenido. Una mano reposaba sobre mi brazo impidiéndome avanzar. Seguí con la mirada el recorrido de su mano hasta llegar a su hombro, subiendo por su cuello y hasta llegar a atisbar sus ojos claros, azules. Llevaba el uniforme del cine. Era un empleado.
   -Sí--contesté inintiligiblemente. El chico era alto. Más alto que yo y más delgado.
   -¿Necesita ayuda?
 ¿Ayuda? Acaba de preguntarme si necesito ayuda. Giré la vista inmediatamente hacia atrás. Mi mirada se cruzó inevitablemente con otra ardiente, oscura.
 Permaneció parado un rato, mientras clavaba su mirada en la mía y apretaba su mandíbula. Su mano se metió en el bosillo derecho delantero de sus vaqueros y comenzó a avanzar hacia mí. Volví la mirada hacia el chico que me tenía agarrada.
   -No. Gracias, estoy bien. Solo es un ligero mareo.
 Me solté de él como pude, ante su mirada sorprendida y avancé casi corriendo hacia las escaleras. En ellas había algún que otro grupito de adolescente esperando a que llegara el resto de sus amigos para entrar a ver la película. Lo sabía porque yo también había hecho eso antiguamente. Subí las escaleras corriendo y llegué antes que la pareja que había subido en las escaleras mecánicas. Volví la vista atrás, de nuevo.
 El chico me seguía y estaba subiendo las escaleras corriendo, igual que había hecho yo. Me giré soltando un ligero gemido. Era muy tarde. Y el centro comercial estaba prácticamente vacío excepto en la zona del cine. La otra mitad de él ya tenía hasta las luces apagadas. Me apuré.
 Llegué a la zona oscura del centro comercial y me eché a correr hacia la salida. Las puertas automáticas me resultaban demasiado pequeñas desde donde estaba y pensaba que no se abrirían en cuanto llegase. Detrás de mí, oí el golpeteo de unos zapatos. Cualquiera resonarían en el centro comercial.
 Me imaginé a mi misma llegando a las puertas y que éstas se cerrasen después de pasar yo, para no abrirse más y dejar a mi perseguidor atrapado. Llegué a las puertas y éstas tardaron en abrirse. Nada comparado con mi ensoñación. Salí al fin del centro comercial y seguí corriendo. Mi respiración se estaba volviendo irregular y el pecho comenzaba a dolerme contra las cotillas. Mirase a donde mirase me sentía prisionera, como si estuviera metida en una enorme bola de cristal y no pudiera moverme.
 Sentí una presión tirando de mi bolso hacia atrás. Lo agarré con fuerzas con las dos manos y me volví a mirar hacia atrás. El chico se lanzó sobre mí, perdí equilibrio y caí al suelo bruscamente.
Mi bolso se abrió, esparciendo parte de mis cosas en el suelo. Intenté girarme pero no pude. El hombro me dolía del golpe y estaba malamente presionado contra el asfalto negro. Aparté mis pelos con un movimiento del cuello, alcé las manos e intenté quitármelo de encima. El chico apoyó ambas manos a ambos lados de mi cuerpo y mientras se levantaba, mirándome atentamente, yo aproveché la oportunidad. Alcé mi pierna derecha y lo empujé hacia atrás con toda la fuerza de la que fui capaz.  Él cayo hacia el suelo, lejos de mí pero no lo suficiente para liberarme de él. Giré mi cuerpo, quedando frente al asfalto negro del aparcamiento y me impulsé con las manos, levantándome del suelo e impulsándome hacia adelante sin soltar mi bolso.
 Las golosinas que tenía guardadas en el bolso habían caído al suelo, pero no las eché de menos. Ni siquiera sabía que más se había caído. No me importaba siquiera. Solo quería escapar. Salir de allí.
 Mi única salida.
 Eché a correr de nuevo hacia mi coche, que ahora lo tenía más cerca que cuando caí al suelo. Mientras me concentraba en correr lo más rápido que podía y con mi boca abierta para poder respirar escuché al chico gritar no demasiado lejos de mí.
   -¡Vuelve aquí!--gritó enfadado.
 Seguí corriendo, pero ahora con más prisas. Llegué al coche, afortunadamente y al recodar donde tenía las llaves me puse a buscarlas frenéticamente, temiendo que se me hubieran caído al suelo. Dejé el bolso en el suelo y me agaché a su lado sin parar de rebuscar. Levanté el estuche de mis gafas de sol y allí estaban. Las cogí sin perder más tiempo y abrí el coche. Me monté dentro con mi bolso y cerré autómaticamente las puertas en el momento en que el chico me daba alcance.
 Arranqué el motor y lo miré a través del parabrisas. Frunció las cejas mientras su mandíbula se contraía de rabia y de la tensión que sentía. Le di un pisotón al acelerador y salí de allí mientras el chico de los ojos oscuros corría tras mi coche.

3/09/2012

Acorralada 15

 Había llegado a tiempo. En el coche estuve un buen rato desahogándome, sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, sin darme cuenta del tiempo y de nada más que no fuera el sonido de mi risa que llenaba de sonido la noche desolada. Un pequeño sonido alegre en medio de la nada. Pero al darme cuenta de la realidad, regresé en mí y conduje tan rápidamente como pude. No quería perdermela.Y menos en su día de estreno.
 El cine. Tan abarrotado de gente como siempre. La cola era inmensa. Incluso a las once menos algo de la noche. Miré el horario nuevamente y efectivamente, mi película comenzaba dentro de diez minutos. Minutos que perdería en la cola. Resignada y con pocas ganas de que más gente se pusiera en la cola caminé rapidamente hacia el final de la cola más pequeña. Me daría el tiempo justo. El grupo que estaba justo delante mía se movió fuera de la cola impacientes y yo avancé gustosamente en la cola.
 Cuando llegó mi turno elegí la película de Ghost Rider: Espíritu de Vengaza. Había visto las películas anteriores. Y era una serie que me gustaba. Hacía tiempo que no estrenaban niguna nueva y entonces, al enterarme de que se había hecho una nueva película de la serie me animé rápidamente a verla. Era perfecto. Caminé hacia las salas de cine con mi paquete de roscas ya en las manos y mi bebida en la otra. Dentro de mi bolso tenía una bolsita de golosinas y un chupa chups, algo indispensable para mí siempre que venía a ver una peli al cine.
 El chico del uniforme, el jovencito cortó mi entrada y pude entrar en la sala de cine. El número cinco cuyo cartel rezaba el nombre de mi película. La sala ya estaba oscura, pero por la iluminación de la publicidad de la pantalla pude ver perfectamente que la sala estaba tal y como me gustaba. Media llena. Ni poca gente ni mucha. Las justas y necesarias. Al tener la entrada no numerada pude sentarme donde quise y elegí la fila de en medio, justo en el centro. Estaba yo sola en la fila doce, pero no me importó. Delante de mi habían un par de parejas acurrucadas de adolescentes y otras cuantas de mi edad o mayores que yo. Detrás de mí, desgraciadamente, se había instalado unos chicos que no paraban de gritar desde la última fila y de reírse a carcajadas. Adolescentes sin educación. Yo cuando tenía su edad era igual. Cuando era una chiquillaja de quince o dieciseis años también formaba parte de un grupito como ese. Chicos guapos, chulos y graciosos que se reían y bromeaban con las tías, retándonos unos a otros a ver quien era el primero en enrollarse con su pareja en una peli romántica o quien de las chicas era la primera en gritar en una de miedo. Éramos tan escandalosos como los que ahora tenía detrás de mí. Y hasta hace uno o dos años no me había dado cuenta de cuán molesto resultaba eso a las demás personas de la sala. Claro que, uno siempre podía llamarles la atención y decirles que hablaran más bajo, pero entonces no te dejarían en paz el resto de la noche.
 Suspiré fuertemente de nuevo. Tampoco hacía tanto tiempo de eso para mí, realmente, pero ahora me pareció una eternidad cuando tenía tantos amigos a mi alrededor que se preocupaban por mí y cuando tenía tanta compañía que a veces me agobiaba. Antes de que todo cambiara y tuviera que ponerme a trabajar. El trabajo quitaba mucho tiempo y con ello poco a poco la amistad de los que antes eran mis amigos se fufe disolviendo.
 Detuve mis pensamientos bruscamente al darme cuenta de que la película estaba comenzando. Y me metí el primer puño de roscas saladitas en la boca. Me dejó los restos en los labios y me los relamí, saboreando la sal. Sonreí para mí misma.

 La película era emocionante. Aún no había acabado y yo ya me había comido las golosinas y las roscas. Devoraba la comida viendo las películas, sin darme cuenta. En una parte de la película, sentí que había alguien en la butaca de atrás y rebusqué en mi bolso disimulando mientras miraba y me volví rápidamente hacia adelante estupefacta. Los chicos de los que tanto llevaba quejándome toda la película estaban justo en las butacas de detrás mía. Puse los ojos en blanco. No había sido tan buena idea la de venir, al fin y al cabo. No por el hecho de que aquellos chiquillajes se comportaran como idiotas, sino por el hecho de que empezaba a sudar y el estomágo se me había revuelto peligrosamente.
 Vi entonces como el protagonista, Johnny Blaze se convertía nuevamente en esqueleto y su cuerpo comenzó a llamaer, y fue entonces cuando sentí que mi butaca que se movía bruscamente por culpa de alguno de los de atrás. Giré mi cara bruscamente, sin disimular, ligeramente hacia un lado y vi la zuela de los zapatos de algún cochino. ¿Qué se creía? ¿Que yo era su jueguetito? "Por favor, no pienso aguantar esto. Es de críos. Yo no soy una niña chica."
 Asique giré mi cara para llamarles la atención y.......

3/02/2012

acorralada 14º continuacion

 No sabía ya cuanto tiempo había pasado desde que me encontraba apoyada en la estantería del almacen de mi trabajo. Cuanto tiempo había pasado desde que aquellas palabras, confusas, amenazantes, se grabarán en mi cabeza. Estaba cansada. Cansada, aterrada y dolida por mi situación. Era, obviamente, culpa mía. De no haber tenido miedo en su momento habría declarado, sincerándome y delatando a los chicos que solo había visto una vez en mi vida. Y solo recordaba un rostro. Un maravilloso y aterrante rostro.
 Cerré la puerta del baño de mi apartamento. Había tenido una loca idea. Una loca, pero fascinante y brillante idea. Por probar no perdía nada. Me apetecía hacer algo fuera de lo común. Igual que cuando era una adolescente y me dejaba llevar por el momento, haciendo estupideces y haciendo cosas sin pensar, tan solo pensando en el momento, el presente. No iba a hacer nada grave. Nada de lo que me arrepintiera. Era algo normalito. Típico de la vida cotidiana y de la gente que tenía vida social.
 Ya dentro de la ducha abrí el grifo y sentí como el agua caliente bajaba por mi desnuda espalda, salpicándome los hombros. Alcé la cara y dejé que me cayera de pleno en ella, mojando mi cabello y mis ojos y dejando que bajara por mi garganta. Y aparté la cara rápidamente al sentir una ligera molestia en mi cabeza.
 Había sido un día horroroso. Casi espantoso rozando los niveles de la desesperación.
 El aroma natural de mi champún despejó mi mente, haciéndome soñar que estaba bajo una cascada de agua caliente en medio de la nada y rodeada de olorosos y verdosos árboles. Pero debía salir. No quería llegar tarde y mucho menos resignarme después a elegir las sobras. Odiaba eso también. ¿Pero que era lo que no odiaba? Que si odio esto, que si odio lo otro. No paraba de decir lo mismo, contanstemente y quizás eso me convertía en una persona perfeccionista, pero no. No lo era y ya lo tenía asumido. Mi problema andaba lejos de allí. Pero si aún no lohabía descubierto yo, dudaba de que nadie más lo supiera.
 Una vez vestida y preparada para salir, apagué las luces y me aseguré de que todo quedara firmemente cerrado. Ventanas, puertas....Todo. La puerta de entrada la tranqué con la cerradura en el momento en que la luz del pasillo se apagó.
   -Mieeerda....--murmuré por lo bajo.
 Era de noche y no recibía mucha ayuda de las ventanas que daban a la calle. Sabía perfectamente donde estaba el interruptor. El que muchas veces lo confundía con el timbre del apartamento de un muy descarado y malhumorado cincuentón que vivía solo. Lástima me daba pero tampoco tanta.
 Me apresuré en encender el interruptor de la luz. Me inquietaba estar en la oscuridad en medio del pasillo. Me daba la sensación de que se abriría una puerta dentro de nada y de ella saldría un hombre con capucha negra y un cuchillo en la mano para matarme.
 Grité por lo bajini y empecé a tocar todos los cajoncitos que encontraba a mi paso por la pared en una muestra de desesperación. Era la quinta vez que tocaba uno de ellos. Había dos juntos. Toqué el primero y nada. Toqué el segundo y apareció la luz. Suspiré de alivio al ver el pasillo reluciente a mi paso. Miré el interruptor que había tocado. Me encontraba lejos de mi apartamento. Casi a la mitad de camino del ascensor. Leí el número del apartamento.....
 El corazón se saltó un latido y entonces me eché a correr escaleras abajo. ¡Había tocado el timbre del cincuentón malhumorado! ¡Otra vez! Mis zapatos de tacón corrido resonaban por las escaleras. Si el hombre salía a ver quien había llamado pensaría que se había tratado de una broma nada más oír el taconeo.
 Me salté tres escalones y llegué a tierra firme. Mi bolso, que lo llevaba en el brazo derecho se enganchó con el pasamano y tuve que agarrarme con fuerza para no caerme al suelo. Di un giro brusco hacia atrás en dirección al pasamano aumentando mi desequilibrio y me detuve. Miré de un lado a otro como si estuviera poseída y solté mi bolso del pasamano. Miré un instante los buzones y comencé a reírme yo solita. Loca. ¡Estoy loca! Salí de mi edificio riéndome todavía en voz alta. Me había dado algo en la cabeza. Un pronto muy loco.
 El viento tibio de la noche golpeó mi cara y me revolvió los pelos húmedos y un escalofríos recorrió mi cuerpo. Caía redentada y se notaba el frillo que la acompañaba. Eso significaba que mañana haría calor y los coches amanecerían con los parabrisas ligeramente mojados. Sonreí, aguantando las carcajadas.
 Las pocas personas que pasaban por mi lado me miraban extrañas, como si tuviera algún tipo de problema mental. No le di importancia. Mi coche no estaba a más que un palmo de mí y entonces dentro podría terminar de desahogar la carcajada que reprimía en el inicio de la garganta.    

2/15/2012

¿Les gustaría......

una nueva historia completamente distinta a Acorralada? ¿Una en la que no haya que esperar para ver las respuestas a los sucesos? Les dejo un pequeño adelanto. Decirme si les gusta y comenzaré a subir nuevos capítulos, sin embargo, también continuaré escribiendo Acorralada, solo que ésta, tengo que escribirla día por día porque aún no está acabada.

                                            Juega Conmigo
Capítulo  1 Elizabeth
Un sueño. Mi sueño. Llevaba esperando tanto tiempo por mi sueño que ni siquiera podía imaginar que se hubiese hecho realidad. Realidad. Desde los trece años quería irme a un país del que yo no supiera nada. Un país del que no conociese gente, ni las calles…nada en absoluto. Simplemente su nombre y sus coordenadas geográficas. Alucinante.
 El uno de marzo cumplí diecisiete años, siendo ahora treinta de junio. Una fecha de la cual me alegraba, pues mi madre me regaló mi sueño. Un viaje, un intercambio. Estaba que no me cabía más alegría en el cuerpo, era lo que siempre había querido. Mi madre lo llevaba planeando desde mi quinceavo cumpleaños. Tan loca estaba con poder irme de intercambio que al final Natalia sintió que la había incordiado lo suficiente con mi deseo.
  ‹‹Allí estaba ahora. Esperando frente a la puerta de embarque con las molestas despedidas. Formadas solo por parte de mi madre. Melanie, mi hermana, ni se molestó en venir. Ella en su mundo y yo en el mío. Apenas nos veíamos y mucho menos hablábamos. 
 Dos maletas y dos mochilas formaban mis pertenencias personales. Seguramente ya estarían llevándolas al vagón del avión. Ya. ¡Uf! Mi cuerpo quería gritar. Mi cuerpo. Mi boca. Mi cabeza. Todo. Todo yo quería gritar por lo alto. Nada parecía real, pero lo era. Era real. Los pasajeros ya estaban embarcando y yo todavía con los comentarios que incordiaban entre manos. Nerviosa. Estaba tan nerviosa que me daban ganas de salir corriendo. ¡Aaaaa!
Cantar. Quería cantar. Tenía ganas de hacerlo. Cantar. Gritar. Correr. Todo menos huir. Huir. Era una palabra tan vulnerable, tan fría. Solo de pensarlo los escalofríos recorrían mi cuerpo. Solo. 
   Cariño sé que esto es lo que tú llevas esperando mucho tiempo pero… vaciló ¿estás segura de que quieres hacerlo? Siempre puedes cancelarlo…. continuó sus absurdas cavilaciones en voz alta. Se le notaba nerviosa. Tanto que resultaba incómodo.
   Mamá no me voy a echar para atrás. No. ¿Estás loca? No. Sabes que esto es lo que quierole aseguré por enésima vezLo siento, pero me voy ya, mamá. Te quiero. También sabes que te echaré de menos.
   Ohlloriqueó mientras me abrazabayo también te voy a echar mucho de menos. A ver si te acuerdas de llamarme….
   Pues claro que te llamaréla interrumpíAdiós, mamádecía cualquier cosa con tal de irme cuanto antes. Le di un beso en la mejilla y empecé a apartarme de ella. Ahora actuaba como una madre a la que le daba miedo dejar que su cría saliese de la seguridad del nido. Hacía mucho tiempo ya, que yo había abandonado ese nido y era hora de que Natalia lo aceptara.
   —Pásatelo bien y ten mucho cuidado, Eli. No vayas de valiente ¿vale?me dio otro beso en la mejilla y yo me enfadé. Odiaba que me acortara el nombre. Al menos que lo hiciera mi madre, porque ese pequeño acto hacía que nos lleváramos bien, como si nos quisiéramos y ella no hubiera hecho todo lo que me hizo una vez. Procuraba darle poca importancia. Muy poca.››
 Sonreía cada vez que recordaba la cara de mi madre. Sonreía. Me alegraba. Era tan solo parte del principio. Todavía no añoraba mi hogar porque acababa de dejarlo atrás.
   ¿Eres Elizabeth?preguntó la chica del cartel.
   Sí, soy yo. ¿Es usted la chica de la agencia?se río. Unas risitas suaves no unas carcajadas.
   Sí. Me llamo Carol. La familia con la que te vas a hospedar los próximos meses, te están esperando. Vamos fuera y te explicodijo dirigiendo una mirada hacia atrás. Hacia mis pertenencias. Y yo también me giré. La cara se me puso roja de vergüenza.
 ¿Era demasiado? ¿Había exagerado al traer prácticamente la mitad de mi ropero? Solo traía la mitad, nada más. Aunque, claro…no, mi ropero estaba completamente a rebosar. La ropa que traía, la mayoría era nueva. Me volví a avergonzar.
 La observé y me regaló una cálida sonrisa. Se había dado cuenta de mi pequeño rubor y qué lo había causado.
 Carol estaba sola. No había ningún miembro de la familia que me acogía con ella. Me puse nerviosa. ¿Cómo sería la familia? ¿Sería de las típicas familias gruñonas que no tratan bien a nadie? ¿O, por el contrario, sería una familia modélica y feliz?
 Carol se echó sobre un hombro una de mis mochilas, la azul, y cogió el asa de una de mis maletas. Esperó a que yo la imitara y comenzó a andar.
 La seguí un paso por detrás. El aeropuerto estaba tan empentado de gente que a duras penas se podía andar, sin que las maletas que llevábamos sobre ruedas dejaran de chocar contra la gente o llevarse algún que otro pie por delante. Aunque la gente se quejaba por el dolor, apenas reparaban en él y seguían su trayecto. Y después decían que estábamos en crisis.››
 Todo volvió a la normalidad.
 California. Ya estaba en California. Por fin.
 Otra vez a mi cuerpo le entraron las ganas de cantar. Que sensaciones tan curiosas y maravillosas. Loca. Me sentía como una loca acabada de salir del psiquiátrico.   

2/14/2012

Adelanto de acorralda 14º

 La sangre tuya. Aprender a callar.
 La sangre tuya. Aprender a callar.
 No dejaba de oír esas profundas palabras. Grabadas en mis oídos, grabadas en mi mente, grabadas en mi corazón, grabadas en mi cuerpo. A cada latido, con el que bombeaba mi sangre por todo el cuerpo esas palabras gritaban en mi cabeza, yendo hasta las células más ocultas.
 Había llegado a mi casa en autobús, obviando la invitación de Roberto por ir a buscarme. Quería estar sola. Quería pensar, aunque no había mucho que pensar realmente. Quería desaparecer un instante. Volver a recordar la noche en que sucedió todo. Volver sobre mis pasos en todos esos días para ver si había hecho algo que no debía. Algo...¿prohibido? en ese mundo de terror. En ese mundo de drogas y muertes. De promesas perdidas que cuestan la vida. Pero yo no había hecho ninguna. Y tampoco quería hacerla. Porque....en el mundo oculto tras la vida real...todo cuesta el doble.
 Yo estaba metida en él. Ahora. ¿Podría salir? ¿Conseguir afrontarlo y burlarlo?
 Era una estúpida. Lo era y siempre lo sería por mi desición. Tenía miedo de que cumplieran esa promesa qye me habían hecho. Mi sangre.....si no callaba. Yo estaba callada, por lo que mi sangre seguiría siendo mía. Pero de la misma manera que me habían amenazado pensando que yo habnía hablado, que los había delatado.....podían matarme con el pretexto de que realmente era un peligro para ellos. Y de hecho lo era. Lo era aunque no fuera más que una pobre chica ilusa que vive en la vida real ajena a esos contrabandos de muertes y drogas. Yo. Yo. Yo.
 Era yo, pero ellos...¿quienes eran? ¿De qué se escondían? ¿Serían asesinos de alto rango muy buscados por la policía? ¿Importantes transportadores de drogas? ¿Qué coño? Tenía claro que fueran lo que fueran, ladrones, asesinos, camellos.....tenían que tener mucho prestigio y muchos motivos para querer estar escondidos.

1/18/2012

Acorralada 13º

 Estaba hecha polvo. La cabeza me zumbaba y la nariz la sentía como una bola de tenis partida por la mitad. Me miré al espejo por octava vez. Mi aspecto era deprorable. Realmente espantoso. Parecía un zombie acabado de renacer.
 Pasé mi dedo por encima de mi maltrecha nariz pero sin llegar a acariciarla. Ya bastante me dolía por si sola como para tocármela y sufrir más de la cuenta. Se había hinchado mientras dormía y lo peor es que también se había ido coloreando de un rosita muy cantoso y espantoso. Por alrededor de mi nariz brillaba un rojo seco y apagado que eran los restos de sangre que no me podría limpiar si no quería sentir nada peor. O quizás solo fuera por el dolor que había sentido mientras me lo limpiaban. Cierto, estaba exagerando. No había sentido nada de nada.
 Lo único bueno era que al menos ya se me había pasado el estado de shock y sobre todo la debilidad que sentía al momento de caerme. Me encontraba mucho mejor si lo miraba desde otra perspectiva.
 Volví a fijarme en el espejo. Me daba mucha vergüenza. Y sobre todo, no solo mi nariz, sino el algodón y la sujeción adhesiva para que no se cayese.
 ¿Vergüenza? ¿Por qué debería tenerla si había sido un accidente? Seguro que si me hubiera roto el brazo o cualquier otra parte de mi cuerpo no me la daría. Entonces....¿por qué sí mi nariz? Bueno, básicamente porque me parecía a rudolf, el reno con la nariz roja con un bombillo.
 Suspiré. Fuera del baño Roberto me esperaba. El pobre estaba más traumatizado que yo y no dejaba de repetirme constantemente que él nunca había hecho algo así, que era la primera vez, que no podía creerse que se lo hubiera hecho a una chica......y bla, bla, bla. Y la verdad es que me animaba su actitud. Me hacía reír y olvidarme del aspecto de mi nariz.
 Salí del baño. No podía hacer otra cosa, además de que desde aquí me llevaría al trabajo y puesto que no tenía coche iría a buscarme cuando terminara.
 Me vio y se me acercó rápidamente con los brazos cruzados sobre su pecho. Tenía una mirada cansada y cargada de remordimientos. Ya empezaba a molestarme de verdad.¿Qué tenía que decirle a ese chico para que entendiera lo que quería transmitir? Suspiré fuertemente, le rodeé el brazo y tiré de él hacia fuera. El trabajo me esperaba. No podía llegar tarde.
                                                                            ***
 Roberto hacía ya más de tres horas que me había traído al trabajo. En cuanto llegué había soltado el bolso en la taquilla consciente de que había traído un sobre blanco que probablemente no me gustaría. No sabía la urgencia que sentía hacia él. Sinceramente, no me imaginaba como había podido ser capaz de traer algo así al trabajo. ¿Y si alguien la veía? ¿Y si descubrían algo que no deberían y entonces avisaran a la policía? Sería el colmo.
 Pero igualmente hoy era una tarde algo tranquila. Más de lo esperado, pero entonces recordé que hoy había un partido importante de fútbol. Los bares estaban se iban llenando de gente, mayoritariamente hombros y chiquillos jovencitos reservando un asiento para cuando empezara. Era una lástima perderme el Madrid-Barça, pero el trabajo era lo primero.
 Oía el murmullo de mis compañeras hablando entre ellas, cuchicheando. No sentía ánimos para unirme a ellas. Permanecí apoyada en el mostrador mirando el porcentaje de ventas que habíamos tenido hasta ahora y enseguida volví los ojos hacia la entrada de la tienda.
 Una chica de aspecto barrio-bajero. Las ropas desgarradas. Completamente. Me alarmé y me levanté del mostrador apoyando solo las palmas de mis manos sobre él, vigilando la caja fuerte con el rabillo del ojo. Llevaba el pelo desordenado. Parecía que no se había peinado ese día. Pero a lo mejor podría hacer días que no se peinaba. Y lo tenía un poco encrespado, deformando sus rulos negros. Sus ojos color chocolate se encontraron con los míos y tuve que obligarme a forzar una sonrisa puesto que ya había visto que la miraba. Murmuré un hola por  lo bajini y la chica sonrió como si ocultase un secreto que ella supiera y yo no. Me recorrió un escalofrío por la espalda y las manos me empezaron a sudar.
 Aquella chica me inquietaba. No podía evitarlo. Pero al menos no tuve que atenderla yo. Se dirigió directamente a María Dolores, que se volvió con una sonrisa sorprendida en el rostro.
 Mi corazón palpitaba. Sin razón, sin remedios para detenerlo. Y mi cabeza me gritaba que hiciese una cosa, que lo hiciese aunque en realidad no quisiera.
 Me acerqué a la taquilla y abriéndola cogí mi bolso. Me llamaba. Me llamaba como si fuera una droga, mi droga. No podía detenerme. Resbuqué en mi bolso hasta dar con ella. La carta blanca.
 La saqué de allí, escoltándola con mis dos manos. Le di la vuelta de modo que el adhesivo quedara hacia mí. Ni remitente, ni receptor, ni dirección. Nada oficial. Me sudaba, no solo las manos, todo. Todo mi cuerpo.
 Bum, bum, bum,.......bum. Mi corazón se saltó un latido que me hizo despertar. ¿Que estaba haciendo? Miré la carta con horror. No podía. ¡No podía sacarla en un sitio público! No podía......
 Caminé hasta el almacen. No creía que se fuera a repetir lo de la última vez, pero igualmente me cercioré de que no hubiese nadie y después me apoyé en la última estantería, completamente alejada, esconcida de todo lo demás.
 Cerré los ojos. El terror por no saber lo que me esperaría me invadía. Terror por creer que era algo como la primera carta de todas. No podía relajarme, pero debía.....
 Rajé la carta con un dedo y la abrí. Mejor rápido que lento. Detuvé mi respiración y saqué la carta del sobre. Volví el papel doblado para que las letras quedaran ante mis ojos. Aquello, sería más difícil de decir hacerlo que de hacerlo en realidad. Lo desdoblé.
 Jadeé. No pude evitarlo. No podía....evitarlo. Mis ojos se agrandaron, incapaces de leer por un momento. Era igual que la otra. ¡Era igual que la otra! ¡Igual! ¡Igual! Roja. Las letras eran rojas. Rojas.....no era rojo. ¿Era sangre? ¿La otra carta también lo era? ¿Sangre? El papel tembló tanto que no pude leer. Letras. Rojo. Sangre. Letras. Rojo. Sangre.
 Leí la frase una y otra vez. Hasta que pude comprender el mensaje. Iba dirigido a mí. A mí.....
 "La sangre con la que escribo...pronto podría ser la tuya. Aprende a callar"
 Sí. ¡Oh, dios! ¡Era sangre de verdad! Alejé mis dedos de las letras agarrando el borde del papel. Había una imagen.....una imagen mía. Mía y de otra persona. No se le veía. Era solo una sombra delante mía con la mano negra hacia mi. Mis ojos cerrados.....un cuchillo en mi garganta.
 Mi mueca horrorizada era suficiente. Hice desaparecer el papel.
 Era para mí. Me amenazaba si no me callaba la boca. Pero yo no...yo no había dicho nada. ¡Nadie sabía nada!
 La.....sangre tuya......aprende a......callar. Repetí en mi cabeza sin parar. Transtornada.

1/08/2012

Acorralada 12º

 Mi cabeza era un torbellino de pensamientos mareantes y tormentosos que no me dejaban vivir libremente. Cada vez que dedicaba un segundo a mi mente me paralizaba. Cada vez que no estaba distraída, aunque fuera solo un segundo las imágenes se sucedían en mi cabeza provocándome arcadas, temor y adrenalina. No encontraba una explicación razonable a nada de lo que sucedía fuera de lo normal. Aunque quizás fuera muy normal en la vida cotidiana de algunas personas pero para mí el mundo del delito era nuevo y no sabía manejarlo ni tratar con él.
 No podía asimilar la horripilante escena y mala etapa de vida, cuando conocí por primera vez el mundo del delito, miedo, sangre y muerte. No concebía la idea de que a partir de ese encuentro desafortunado le sucederían muchos más. Como si me hubiera acercado peligrosamente a un sendero, que jamás debí pisar, y ya no pudiera salir de él aunque quisiera. Era un tanto irónico. Pensar que es imposible que le suceda a alguien conocido tuyo, pero más aún impensable que te pudiera suceder a ti mismo. Sí, las desafortunadas personas que salen en las noticias prestando declaraciones sobre la violencia o los actos terroristas.
 Suspiré cansada. No dejaba de repetirme lo mismo una y otra vez. No dejaba de recordar cada unos de los segundos sucedidos en estos pocos meses. Y sobre todo la mañana de trabajo.
 ¿Qué había sucedido en el almacen? ¿Quién.....había entrado? ¿Por qué? ¿Qué quería? Temblé ante el recuerdo. No sabía que había sucedido allí dentro. Si era una broma pesada o algo real. Pero si fue algo real me alegraba de haber salido de una sola pieza de aquel lugar. Solo podía obviar el asunto recordando la sorpresa que me tenía guardada mi compañera de trabajo: una reunión con nuestro jefe advirtiéndonos de que tendríamos dispositivos de localización entre nosotras y walkie talkies para hablar en caso de que necesitaramos a otra compañera sin dejar de atender a los clientes. ¡Era perfecto! Aunque ya había trabajado con ese tipo de dispositivos en mi antiguo puesto de trabajo. Pero sería una magnífica sorpresa para mis compañeras. Paula había tenido razón.
 Seguía emocionándome la idea de ver las caras de mis compañeras cuando vieran lo que tenían preparado. Pero ya era hora de volver a mi casa y tuve que irme sin despedirme de Raquel. Tonta de mí, que había intercambiado un turno con mi compañera y tendría que ir ésta tarde también. Un favor no hace daño a nadie. Y a mí también me favorecía. Me mantendría ocupada toda la tarde. Aunque no hubiera clientes a los que atender, mi mente estaría ocupada.
 No tenía remordimientos. Raquel encontráría una nota mía en la que le avisaba que ya había vuelto a mi casa. Era un poco patético, pero no quería llamarla ni enviarle un sms al móvil por si le sonaba en medio de las clases. Me sentiría irremediablemente culpable.
 Subí por las escaleras, haciendo un poco de deporte. Me encontré con varios vecinos pero ni me saludaron. No le di importancia. Los días que me saludaban yo no lo hacía. Odiaba a las personas que te conocían y que en cierto lugar y con ciertas personas me saludaban y en otras circunstancias no. Lo odiaba. Y a esas personas las ponía en mi "lista negra".
 Me reí en voz alta y me tapé la boca con las manos. Giré la cabeza hacia el techo, haciéndola hacia atrás y me inundó una alegría creciente. No podía creer que una estúpida situación con alguien que no me saludara me provocaría una risa sincera, alegre, desahogadora. Me sentí mejor y continué subiendo las escaleras a ciega de alegría. No miraba hacia donde iba. Todavía estaba anonadada de oír mi propia risa.
 Llegué a la planta de mi apartamento y pasé por delante del ascensor antes de girar hacia la izquierda. Y entonces sentí un dolor tan grande en la cara que perdí el sino y caí hacia atrás con todas mis cosas, chocando contra el suelo con mi cabeza. Mi bolso y la mini maleta cayeron sobre mí y formé un estruendoso espectáculo.
 Alguien gritaba mi nombre. Corrió hacia mí. Yo estaba tan desorientada que aún no asimilaba lo que acababa de ocurrir. No podía moverme, tampoco sabía que debía hacerlo. Mis ojos permanecieron en la mismísima negrura. Poco a poco se fue aclarando y distinguí el color blanco del techo. Aturdida. Estaba aturdida. Mi cabeza daba vueltas. No podía procesar nada.
 El peso sobre mí fue desapareciendo poco a poco y mis cosas se alejaron de mí, dejándome respirar, liberándome del peso. Unas manos frías se posaron a ambos lados de mi mejilla y me movieron ligeramente la cabeza. Oía un zumbido en cada oído que apenas me dejaban identificar las palabras urgente que murmuraba alguien.
 Sentí algo deslizándose por mi boca hacia mi cuello y penetró en mi boca mojando mis labios. El líquido llegó a mi lengua y pude saborear el dulce sabor de la misma sangre. Alguien se asomó por encima de mi cara y tapó la supercie plana y blanca del techo. Al principio solo era un figura negra sin cara y sin bordes, pero mi visión se fue aclarando y distinguí dos ojos ocultos por unas gafas. Intenté sonreí pero no pude. Mi cara se contrajo en una mueca de dolor.
 Mi mente se fue despejando poco a poco y sentí que ese muchacho al que todavía no sabía ponerle nombre me cogió de la mano y me la apretó fuertemente esperando a que yo regresara a la realidad. Sentía una extraña punzada en la parte trasera de mi cabeza y en mi nariz sentí el fuerte latido de mi corazón que mientras mi mente estaba más despejada me dolía y me martilleaba más rápido y más fuerte.
 El chico me tocó la nariz cuidadosa y lentamente. Bajó la mano con cuidado y me limpió mis labios y mi barbilla en la que goteaba la sangre......
 ¡Sangre! Mi mente se disparató inmediatamente. Miré al chico bruscamente. La cabeza me dolía por delante y por detrás. ¿Qué había pasado? Yo........¿estaba tendida en el suelo? Alcé los ojos hacia el muchacho que me atendía. Un chico alto pero no lo parecía al estar arrodillado junto a mí. Sus grandes ojos estaban ocultos por unas gafas. Lo reconocí inmediatamente. Se trataba de mi vecino. Roberto. Su expresión angustiada y sus ojos temerosos sobre mí me hicieron pensar que me había pasado algo grave pero evalué mi cuerpo y no sentí nada excepto en mi cabeza. Alcé mi mano y sentí que pesaba una tonelada. Agarré a Roberto de la muñeca y me pareció que mis manos estaban hinchadas y rojas, pero solo era una sensación. Dirigió la mirada hacia mis ojos y bajó la mano con la que me había estado limpiando mi maltratada nariz.
 Cerré los ojos e intenté sonreirle. Una pequeña sonrisa que lo calmó.
   -Jess....¿te encuentras bien? ¿Te duele algo más que la nariz? ¿La cabeza?
 Su mano se acercó a mi cabeza y sentí su ligero roce, que apenas me tocaba la cabeza. Cerré los ojos de nuevo.
   -Estoy....un...poco mareada.--salió de mi boca sin darme cuenta, como si fuera otra persona.
   -¿Puedes levantarte?--agrandé los ojos y casi se me salen de las órbitas. No estaba segura de si podía levantarme. Estaba tan mareada que me camuflaba la sensación de mi propio cuerpo.--Yo te ayudo. Hay que llevarte al médico. Mirarte la nariz.
 Negué con la cabeza. No quería ir al médico. Esto se me pasaría. Necesitaba tumbarme en mi camita, dormir y ya después cuando me despertara vería los daños sufridos.
   -Al único sitio al que iré es a mi cama. Ya después pasaré por el médico. Tengo turno de trabajo ésta tarde.--expliqué.
 Necesitaría dormir bastante para no estar hecha caos en el trabajo. ¡Mierda! ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí hoy? ¡Precisamente hoy!
   -Pero tienes que ir al médico......
 Negué con la cabeza y le cogí una mano, cerrando la mía firmemente sobre la de él. Entendió lo que quería y se acuclilló, agarrándome del codo. Yo me apoyé con la otra mano en el suelo y me levanté haciendo un esfuerzo sobrehumano.
 Cuando estuve sobre mis propios pies agarré a Roberto del hombro, impidiendo precipitarme contra el suelo de nuevo. Pasaron unos minutos y me dispusé a andar. Pero entonces recordé mis cosas, esparcidas por el suelo.
   -Ya las llevo yo cuando te dejé en tu apartamento.--se ofreció Roberto.
 Era un auténtico cielo. Pero jamás en mi vida nadie me había estampado una puerta contra las narices y mucho menos provocarme un desmayo ni desorentación ni mareo. Entramos en mi piso y me condujo a mi habitación según mis indicaciones.
   -No te he visto en días y para un día que te veo.....te hago esto.--dijo Roberto entrando por mi habitación.
   -He estado con una amiga.--le miré y me reí de su expresión--No te preocupes, me han sucedido cosas peores...--intenté aliviar su culpa. En verdad si lo miraba desde otro punto de vista esta no era la peor cosa que me sucedía. Desde otro punto de vista.
 Me acosté en la cama y Roberto dejó un sobre blanco sobre mi mesilla. Uno muy parecido al.....muy parecido a ese.
   -Estaba en el suelo.--sonrió--Voy a por tu cosas. Las dejaré en el salón. Por cierto,--dijo dandose la vuelta hacia mí--vendré a las cuatro para llevarte al médico. Lo siento de verdad.
 -Descuida--hice un movimiento con la mano y él sonrió. Cerré los ojos, abandonándome a la nada, confiando en que Roberto cerrara bien la puerta de mi apartamento.