Vive el presente, no el futuro.

Vive el presente, no el futuro. No esperes a que llegue mañana, disfruta de lo que tienes hoy.

3/30/2012

Tú....¿qué crees?

No piensas que te pueda suceder a ti. Jamás. Pero el día que sucede es inexplicablemente emocionante. Te rindes ante todo por no poder o no querer seguir luchando por nada. Es cierto que todos dicen que nunca debes rendirte, que nuncas debes dejar de luchar. Pero....¿y si decides dejar de hacerlo? No cambiaría nada, en cierto modo. Todo seguiría exactamente igual. A tu alrededor. Pero ¿y si rindiéndote consigues lo que llevas mucho tiempo queriendo alcanzar? A veces, simplemente, una rendición no es algo negativo sino una victoria. Lo complicado es saber distinguir cuando lo es y cuando no.

3/28/2012

Acorralada 16

 No. No podía ser. Esos....esos chicos......No. No eran chiquillajes. No lo eran. Eran chicos grandecitos. Chicos con la edad suficiente para trabajar, para estar en la universidad o incluso más. Eran chicos malos. Malos. Malos por su comportamiento de niñatos. Pero mis ojos solo se centraron en uno. En uno solo. No en el que estaba detrás de mí. Justo en el mismo número de butaca que yo pero en una fila más. No. Mis ojos se desviaron hacia su compañero. Permanecía impasible con su cuerpo relajado pero sin bajar la guardia. ¡Estabamos en una película! Y ese.....parecía que esperaba a que Johnny Blaze lanzara sus cadenas contra él para obtener lo que quería: pelea.  Pero lo había reconocido. Mis manos comenzaron a temblar ligeramente y comencé a sudar más de lo que estaba. Él me miró, notando mi mirada fija en la suya. Pasaron unos segundos y entonces sus cejas se fruncieron, alertas, sitiéndose amenazado. Yo fui una chica lista y giré la cara rápidamente hacia su compañero, el que tenía el mismo número de butaca que yo, sin que se me notara extraña. El chico me miraba ahora divertido, con una pequeña sonrisilla dibujándosele en el rostro. Señalé sus pies con mis temblorosas manos e hice todo el esfuerzo del mundo para que no se me notara. Lo miré con rabia, rabia contenida. No podía joderme. Ahora si que no. No lo iba a permitir.
   -Mantenlos en el suelo o te los romperé. ¿Queda claro?--bramé enfurecida. Pero yo sabía que no era más que una actuación. No estaba enfadada estaba asustada.
 El chico no dijo nada más. Bajó los pies, azorado. No se había esperado esa reacción. No. Había creído que sería más amable, para así él poder replicar y divertirse conmigo, pero no se iba a divertir. Conmigo no.
 Volví a sentarme correctamente. Mirando la pantalla mientras sentía una mirada clavada en mi espalda.
 En mi película. En mi cine. En este centro comercial. En el mismo lugar. ¡Yo no había ido al centro comercial en el que trabajaba porque no me gustaba que todos me conocieran! Siempre había venido a este a ver las películas. A verlas en este cine yelmo. "Tengo que salir de aquí." "¡Tengo que salir de aquí!"
 Agarré mi bolso con fuerza y dejando la película sin terminar bajé las escaleras rápidamente y salí de la sala, sintiéndome claustrofóbica, observada y nerviosa. Todo me daba vueltas. Mi cabeza viajaba entre la realidad y la inconsciencia y mi estómago amenazaba con expulsar la comida que había comido hacía poco.
 Empujé la puerta de la sala. Fuera de ésta el mundo parecía mucho más brillante y ruidoso. Casi irreal. Me tambaleé confusa hacia las escaleras mecánicas.
 "Aquí, aquí, aquí, aquí......"murmuraba mientras caminaba. "Aquí, aquí, aquí...."
   -¿Se encuentra bien, señorita?--murmuró una voz desconocida. No estaba caminando. Me había detenido. Una mano reposaba sobre mi brazo impidiéndome avanzar. Seguí con la mirada el recorrido de su mano hasta llegar a su hombro, subiendo por su cuello y hasta llegar a atisbar sus ojos claros, azules. Llevaba el uniforme del cine. Era un empleado.
   -Sí--contesté inintiligiblemente. El chico era alto. Más alto que yo y más delgado.
   -¿Necesita ayuda?
 ¿Ayuda? Acaba de preguntarme si necesito ayuda. Giré la vista inmediatamente hacia atrás. Mi mirada se cruzó inevitablemente con otra ardiente, oscura.
 Permaneció parado un rato, mientras clavaba su mirada en la mía y apretaba su mandíbula. Su mano se metió en el bosillo derecho delantero de sus vaqueros y comenzó a avanzar hacia mí. Volví la mirada hacia el chico que me tenía agarrada.
   -No. Gracias, estoy bien. Solo es un ligero mareo.
 Me solté de él como pude, ante su mirada sorprendida y avancé casi corriendo hacia las escaleras. En ellas había algún que otro grupito de adolescente esperando a que llegara el resto de sus amigos para entrar a ver la película. Lo sabía porque yo también había hecho eso antiguamente. Subí las escaleras corriendo y llegué antes que la pareja que había subido en las escaleras mecánicas. Volví la vista atrás, de nuevo.
 El chico me seguía y estaba subiendo las escaleras corriendo, igual que había hecho yo. Me giré soltando un ligero gemido. Era muy tarde. Y el centro comercial estaba prácticamente vacío excepto en la zona del cine. La otra mitad de él ya tenía hasta las luces apagadas. Me apuré.
 Llegué a la zona oscura del centro comercial y me eché a correr hacia la salida. Las puertas automáticas me resultaban demasiado pequeñas desde donde estaba y pensaba que no se abrirían en cuanto llegase. Detrás de mí, oí el golpeteo de unos zapatos. Cualquiera resonarían en el centro comercial.
 Me imaginé a mi misma llegando a las puertas y que éstas se cerrasen después de pasar yo, para no abrirse más y dejar a mi perseguidor atrapado. Llegué a las puertas y éstas tardaron en abrirse. Nada comparado con mi ensoñación. Salí al fin del centro comercial y seguí corriendo. Mi respiración se estaba volviendo irregular y el pecho comenzaba a dolerme contra las cotillas. Mirase a donde mirase me sentía prisionera, como si estuviera metida en una enorme bola de cristal y no pudiera moverme.
 Sentí una presión tirando de mi bolso hacia atrás. Lo agarré con fuerzas con las dos manos y me volví a mirar hacia atrás. El chico se lanzó sobre mí, perdí equilibrio y caí al suelo bruscamente.
Mi bolso se abrió, esparciendo parte de mis cosas en el suelo. Intenté girarme pero no pude. El hombro me dolía del golpe y estaba malamente presionado contra el asfalto negro. Aparté mis pelos con un movimiento del cuello, alcé las manos e intenté quitármelo de encima. El chico apoyó ambas manos a ambos lados de mi cuerpo y mientras se levantaba, mirándome atentamente, yo aproveché la oportunidad. Alcé mi pierna derecha y lo empujé hacia atrás con toda la fuerza de la que fui capaz.  Él cayo hacia el suelo, lejos de mí pero no lo suficiente para liberarme de él. Giré mi cuerpo, quedando frente al asfalto negro del aparcamiento y me impulsé con las manos, levantándome del suelo e impulsándome hacia adelante sin soltar mi bolso.
 Las golosinas que tenía guardadas en el bolso habían caído al suelo, pero no las eché de menos. Ni siquiera sabía que más se había caído. No me importaba siquiera. Solo quería escapar. Salir de allí.
 Mi única salida.
 Eché a correr de nuevo hacia mi coche, que ahora lo tenía más cerca que cuando caí al suelo. Mientras me concentraba en correr lo más rápido que podía y con mi boca abierta para poder respirar escuché al chico gritar no demasiado lejos de mí.
   -¡Vuelve aquí!--gritó enfadado.
 Seguí corriendo, pero ahora con más prisas. Llegué al coche, afortunadamente y al recodar donde tenía las llaves me puse a buscarlas frenéticamente, temiendo que se me hubieran caído al suelo. Dejé el bolso en el suelo y me agaché a su lado sin parar de rebuscar. Levanté el estuche de mis gafas de sol y allí estaban. Las cogí sin perder más tiempo y abrí el coche. Me monté dentro con mi bolso y cerré autómaticamente las puertas en el momento en que el chico me daba alcance.
 Arranqué el motor y lo miré a través del parabrisas. Frunció las cejas mientras su mandíbula se contraía de rabia y de la tensión que sentía. Le di un pisotón al acelerador y salí de allí mientras el chico de los ojos oscuros corría tras mi coche.

3/09/2012

Acorralada 15

 Había llegado a tiempo. En el coche estuve un buen rato desahogándome, sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, sin darme cuenta del tiempo y de nada más que no fuera el sonido de mi risa que llenaba de sonido la noche desolada. Un pequeño sonido alegre en medio de la nada. Pero al darme cuenta de la realidad, regresé en mí y conduje tan rápidamente como pude. No quería perdermela.Y menos en su día de estreno.
 El cine. Tan abarrotado de gente como siempre. La cola era inmensa. Incluso a las once menos algo de la noche. Miré el horario nuevamente y efectivamente, mi película comenzaba dentro de diez minutos. Minutos que perdería en la cola. Resignada y con pocas ganas de que más gente se pusiera en la cola caminé rapidamente hacia el final de la cola más pequeña. Me daría el tiempo justo. El grupo que estaba justo delante mía se movió fuera de la cola impacientes y yo avancé gustosamente en la cola.
 Cuando llegó mi turno elegí la película de Ghost Rider: Espíritu de Vengaza. Había visto las películas anteriores. Y era una serie que me gustaba. Hacía tiempo que no estrenaban niguna nueva y entonces, al enterarme de que se había hecho una nueva película de la serie me animé rápidamente a verla. Era perfecto. Caminé hacia las salas de cine con mi paquete de roscas ya en las manos y mi bebida en la otra. Dentro de mi bolso tenía una bolsita de golosinas y un chupa chups, algo indispensable para mí siempre que venía a ver una peli al cine.
 El chico del uniforme, el jovencito cortó mi entrada y pude entrar en la sala de cine. El número cinco cuyo cartel rezaba el nombre de mi película. La sala ya estaba oscura, pero por la iluminación de la publicidad de la pantalla pude ver perfectamente que la sala estaba tal y como me gustaba. Media llena. Ni poca gente ni mucha. Las justas y necesarias. Al tener la entrada no numerada pude sentarme donde quise y elegí la fila de en medio, justo en el centro. Estaba yo sola en la fila doce, pero no me importó. Delante de mi habían un par de parejas acurrucadas de adolescentes y otras cuantas de mi edad o mayores que yo. Detrás de mí, desgraciadamente, se había instalado unos chicos que no paraban de gritar desde la última fila y de reírse a carcajadas. Adolescentes sin educación. Yo cuando tenía su edad era igual. Cuando era una chiquillaja de quince o dieciseis años también formaba parte de un grupito como ese. Chicos guapos, chulos y graciosos que se reían y bromeaban con las tías, retándonos unos a otros a ver quien era el primero en enrollarse con su pareja en una peli romántica o quien de las chicas era la primera en gritar en una de miedo. Éramos tan escandalosos como los que ahora tenía detrás de mí. Y hasta hace uno o dos años no me había dado cuenta de cuán molesto resultaba eso a las demás personas de la sala. Claro que, uno siempre podía llamarles la atención y decirles que hablaran más bajo, pero entonces no te dejarían en paz el resto de la noche.
 Suspiré fuertemente de nuevo. Tampoco hacía tanto tiempo de eso para mí, realmente, pero ahora me pareció una eternidad cuando tenía tantos amigos a mi alrededor que se preocupaban por mí y cuando tenía tanta compañía que a veces me agobiaba. Antes de que todo cambiara y tuviera que ponerme a trabajar. El trabajo quitaba mucho tiempo y con ello poco a poco la amistad de los que antes eran mis amigos se fufe disolviendo.
 Detuve mis pensamientos bruscamente al darme cuenta de que la película estaba comenzando. Y me metí el primer puño de roscas saladitas en la boca. Me dejó los restos en los labios y me los relamí, saboreando la sal. Sonreí para mí misma.

 La película era emocionante. Aún no había acabado y yo ya me había comido las golosinas y las roscas. Devoraba la comida viendo las películas, sin darme cuenta. En una parte de la película, sentí que había alguien en la butaca de atrás y rebusqué en mi bolso disimulando mientras miraba y me volví rápidamente hacia adelante estupefacta. Los chicos de los que tanto llevaba quejándome toda la película estaban justo en las butacas de detrás mía. Puse los ojos en blanco. No había sido tan buena idea la de venir, al fin y al cabo. No por el hecho de que aquellos chiquillajes se comportaran como idiotas, sino por el hecho de que empezaba a sudar y el estomágo se me había revuelto peligrosamente.
 Vi entonces como el protagonista, Johnny Blaze se convertía nuevamente en esqueleto y su cuerpo comenzó a llamaer, y fue entonces cuando sentí que mi butaca que se movía bruscamente por culpa de alguno de los de atrás. Giré mi cara bruscamente, sin disimular, ligeramente hacia un lado y vi la zuela de los zapatos de algún cochino. ¿Qué se creía? ¿Que yo era su jueguetito? "Por favor, no pienso aguantar esto. Es de críos. Yo no soy una niña chica."
 Asique giré mi cara para llamarles la atención y.......

3/02/2012

acorralada 14º continuacion

 No sabía ya cuanto tiempo había pasado desde que me encontraba apoyada en la estantería del almacen de mi trabajo. Cuanto tiempo había pasado desde que aquellas palabras, confusas, amenazantes, se grabarán en mi cabeza. Estaba cansada. Cansada, aterrada y dolida por mi situación. Era, obviamente, culpa mía. De no haber tenido miedo en su momento habría declarado, sincerándome y delatando a los chicos que solo había visto una vez en mi vida. Y solo recordaba un rostro. Un maravilloso y aterrante rostro.
 Cerré la puerta del baño de mi apartamento. Había tenido una loca idea. Una loca, pero fascinante y brillante idea. Por probar no perdía nada. Me apetecía hacer algo fuera de lo común. Igual que cuando era una adolescente y me dejaba llevar por el momento, haciendo estupideces y haciendo cosas sin pensar, tan solo pensando en el momento, el presente. No iba a hacer nada grave. Nada de lo que me arrepintiera. Era algo normalito. Típico de la vida cotidiana y de la gente que tenía vida social.
 Ya dentro de la ducha abrí el grifo y sentí como el agua caliente bajaba por mi desnuda espalda, salpicándome los hombros. Alcé la cara y dejé que me cayera de pleno en ella, mojando mi cabello y mis ojos y dejando que bajara por mi garganta. Y aparté la cara rápidamente al sentir una ligera molestia en mi cabeza.
 Había sido un día horroroso. Casi espantoso rozando los niveles de la desesperación.
 El aroma natural de mi champún despejó mi mente, haciéndome soñar que estaba bajo una cascada de agua caliente en medio de la nada y rodeada de olorosos y verdosos árboles. Pero debía salir. No quería llegar tarde y mucho menos resignarme después a elegir las sobras. Odiaba eso también. ¿Pero que era lo que no odiaba? Que si odio esto, que si odio lo otro. No paraba de decir lo mismo, contanstemente y quizás eso me convertía en una persona perfeccionista, pero no. No lo era y ya lo tenía asumido. Mi problema andaba lejos de allí. Pero si aún no lohabía descubierto yo, dudaba de que nadie más lo supiera.
 Una vez vestida y preparada para salir, apagué las luces y me aseguré de que todo quedara firmemente cerrado. Ventanas, puertas....Todo. La puerta de entrada la tranqué con la cerradura en el momento en que la luz del pasillo se apagó.
   -Mieeerda....--murmuré por lo bajo.
 Era de noche y no recibía mucha ayuda de las ventanas que daban a la calle. Sabía perfectamente donde estaba el interruptor. El que muchas veces lo confundía con el timbre del apartamento de un muy descarado y malhumorado cincuentón que vivía solo. Lástima me daba pero tampoco tanta.
 Me apresuré en encender el interruptor de la luz. Me inquietaba estar en la oscuridad en medio del pasillo. Me daba la sensación de que se abriría una puerta dentro de nada y de ella saldría un hombre con capucha negra y un cuchillo en la mano para matarme.
 Grité por lo bajini y empecé a tocar todos los cajoncitos que encontraba a mi paso por la pared en una muestra de desesperación. Era la quinta vez que tocaba uno de ellos. Había dos juntos. Toqué el primero y nada. Toqué el segundo y apareció la luz. Suspiré de alivio al ver el pasillo reluciente a mi paso. Miré el interruptor que había tocado. Me encontraba lejos de mi apartamento. Casi a la mitad de camino del ascensor. Leí el número del apartamento.....
 El corazón se saltó un latido y entonces me eché a correr escaleras abajo. ¡Había tocado el timbre del cincuentón malhumorado! ¡Otra vez! Mis zapatos de tacón corrido resonaban por las escaleras. Si el hombre salía a ver quien había llamado pensaría que se había tratado de una broma nada más oír el taconeo.
 Me salté tres escalones y llegué a tierra firme. Mi bolso, que lo llevaba en el brazo derecho se enganchó con el pasamano y tuve que agarrarme con fuerza para no caerme al suelo. Di un giro brusco hacia atrás en dirección al pasamano aumentando mi desequilibrio y me detuve. Miré de un lado a otro como si estuviera poseída y solté mi bolso del pasamano. Miré un instante los buzones y comencé a reírme yo solita. Loca. ¡Estoy loca! Salí de mi edificio riéndome todavía en voz alta. Me había dado algo en la cabeza. Un pronto muy loco.
 El viento tibio de la noche golpeó mi cara y me revolvió los pelos húmedos y un escalofríos recorrió mi cuerpo. Caía redentada y se notaba el frillo que la acompañaba. Eso significaba que mañana haría calor y los coches amanecerían con los parabrisas ligeramente mojados. Sonreí, aguantando las carcajadas.
 Las pocas personas que pasaban por mi lado me miraban extrañas, como si tuviera algún tipo de problema mental. No le di importancia. Mi coche no estaba a más que un palmo de mí y entonces dentro podría terminar de desahogar la carcajada que reprimía en el inicio de la garganta.