Vive el presente, no el futuro.

Vive el presente, no el futuro. No esperes a que llegue mañana, disfruta de lo que tienes hoy.

10/30/2011

Acorralada 8ª

-Eh, Jess ¿te encuentras bien?--murmuró Raquel por encima del alboroto que había en aquel restaurante.
 Un nuevo restaurante. Hoy era el día de su inaguración. Normal que hubiese tanta gente pero seguí pensando como hacía Raquel para enterarse de todas las nuevas inaguración que hubiesen. Si nuevo cine, si un nuevo centro comercial, si un restaurante nuevo.....bla, bla, bla. ¿Quería eso decir que ella era un poco cotilla? "No." respondía automáticamente. No era una cotilla, simplemente una persona curiosa y debido a sus amigos repartidos por todos lados se enteraba de cosas nuevas. Sí, definitivamente eso tenía que ser.
 -¿Jessica?--volvió a murmurar mi nombre.
 Giré la cara automáticamente hacia ella. ¿Me había hablado? No, porque yo la había estado mirando todo el rato y no la había escuchado hablar.
 -¿Eh?
 -Que si estás bien. No me has escuchado nada desde que llegamos......--frunció el ceño, confusa.
 -Ah, sí. Perdona es que estaba distraída por el ambiente--gesticulé con las manos señalando a mi alrededor.
 La comida estaba inacta en mi plato. La de Raquel llegó en ese instante y saludó a la camarera que le sirvió. "Otra más a la que conoce."
 Agarré el tenedor y el cuchillo y empecé a cortar la carne de ternera bien hecha. Odiaba la carne cruda, con sangre. Me parecía una cosa realmente espantosa, asquerosa. Por suerte yo había tenido unos padres que me habían inducido buenos hábitos para la comida.
 Me llevé el trozo de carne a la boca. Tenía una salsa extraña por encima, pero en cuanto me la metía en la boca hubo una explosión de sabores que me derritieron la boca y me la hizo agua. Gemí.
 -Esto está delicioso. Nunca había probado nada como esto.--Raquel me miró con atención y yo, cortando un trozo de carne le llevé el tenedor a su boca y ella mordió la carne.
 Secundó la moción.
 -Sí.....y prueba esto.--me acercó su tenedor. Ella había pedido pescado a la plancha. Tenía un majado por encima que me hizo en la boca lo mismo que la carne.
 -Me encanta este restaurante.--murmuré.
 Ella rió por todo lo alto y varias personas que estaban cerca de nuestra mesa nos miraron con mala cara y otros con curiosidad.
 Ambas nos concentramos en comer por un buen rato y Raquel me miró de vez en cuando, esperando a que dijera algo. Bueno, la verdad es que no sé que esperaba de mí, pero me limité a comer.
 ¿Recuerdas?
 ¿Recuerdas?
 ¿Recuerdas? 
 Me enfadé tanto por el miedo que había crecido nuevamente dentro de mí que tiré el tenedor y el cuchillo sobre la servilleta y me levanté, caminando hacia el baño de las chicas y encerrándome en él.
 No quería que Raquel me viera así. No quería que nadie me viera así.
 Lavé mi cara con agua helada. Una, otra y otra vez. Me la sequé con una toallita rosita que colgaba junto al lavamanos, debajo de las servilletas. Era suave al tacto, de algodón.
 Respiré hondo. Cálmate. Aquello era una broma pesada....."Sí, una broma, una broma, una broma. No es real. ¡No lo es!"
 Volví con Raquel. Ella sí era real. Real y era mi mejor amiga. Mi amiga. Y era magnífica, hermosa. Quise decirle lo mucho que la quería, pero no quería ponerme melodramática delante de ella.
 No sabía ni como encontraba tiempo para mí. Ella estudiaba derecho en la universidad y era una carrera muy, muy dura. Una carrera que te privaba del resto del tiempo, de las horas libres y de los descansos, pero ella encontraba un hueco para ver a su tonta amiga: yo.

10/19/2011

Acorralada 7ª

 Tan solo habían pasado dos semanas eternas. Pero para mí significaron años. Dos duras semanas.
 Iba a trabajar y permanecía en cuerpo pero no en alma con la realidad. ¿Miedo? Ya no tenía tanto. Consuelo había encontrado a partir de una mentira y ahora, incluso me sentía mejor. Extraño pero verdad.
 Cada día que pasaba y quedaba atrás pensaba un poco menos en lo sucedido. Soñaba pesadillas menos a menudo. Despertaba con el corazón latiéndome contra el pecho y sudada menos que antes. Ya casi, si quería, podía olvidar fácilmente todo.
 Rob me hacía más compañía ahora, que antes de que todo esto y la falsa confesión sucediese. ¿Era eso hipócrita? ¿Masoquista? ¿Tenía que sucederme algo malo para obtener algo bueno a cambio? Porque yo no deseaba ni lo uno ni lo otro.
 Había reducido las salidas nocturnas. Eso sí que era cierto. Pero, solía quedarme en casa, descansar o quedarme con mi vecino hasta cierta hora de la noche, acompañada. Mejor eso que sola, desde luego.
 Dejé caer las llaves en la mesita de entrada y tiré mi bolso junto a ellas.
 El día había sido horrible, terriblemente horrible. Mi compañera se había dado de baja por un equince en el pie y ahora no tenía con quien hablar excepto con una chica antipática y arisca que se esforzaba más por parecer animada y simpática a los clientes que buscar una compañera para pasar el rato en las horas muertas. A-bu-rri-da.
 Reconté el correo y miré la fuente desde donde me mandaban las cartas. Una de la chica que  me había vendido el piso, propaganda de cosméticos, la revista de la digital plus y una carta blanca anónima.
 Abrí la última, curiosa. La tanteé con las manos y sentí cierto volumen dentro de la carta. Su peso me intrigaba aún más. No era muy grande.
 El timbre sonó y fui a abrir. Dejé las cartas sobre la encimera de la cocina y abrí la puerta.
 -¡Raquel!--exclamé completamente ilusionada.
 No la había visto desde......Hacía mucho que no la veía. Me reavivó el cuerpo por completo, agradablemente sorprendida.
 La rodeé con mis brazos y la apreté tan fuerte que le corté la respiración y ella la mía cuando me devolvió el abrazo.
 Su pelo estaba completamente corto. Tanto que por poco no podía agarrar los mechones con mi puño. No pude enterrar la cara en el familiar olor y suavidad de su pelo. Estaba estupenda.
 Ella rió en voz alta a la vez que la hacía entrar en mi piso.
 -No me contestaste al móvil, asique he venido a secuestrarte para una comida......¿No habrás comido verdad?
 Negué con la cabeza. Se sentó en el sillón y yo frente a ella permanecí de pie.
 -¿A dónde me llevarás?
 -Jess.....acabo de decirte que te voy a secuestrar. ¿No recuerdas lo que significa?
 Me guiñó un ojo y yo reí. Asintiendo  con la cabeza.
 -Sí, no podré saber a donde vamos hasta que lleguemos. Lo recuerdo.--sonreí, feliz.
 -Bien, pues ¿a qué esperas? Cambiate ¿no? No creo que quieras ir con esa ropa sudada.....
 Le lancé la revista a la cara y fui a cambiarme. Ella leyó la revista que le había lanzado mientras me preparaba. ¿Tenía ganas de salir?
 Bueno la verdad es que no había salido mucho últimamente. Me alegraba su visita y sobre todo que me salvara de mi aislamiento. Raquel era así. Aunque ella no lo supiera siempre aparecía en el momento más oportuno de todos. Era como si acudiese por una llamada silenciosa que ella no era consciente de que exitía.
 Me recoloqué la camisa y me dirigí a la cocina a por un vaso de agua. Me giré y vi las cartas sobre la encimera.
 Dejé el vaso de agua en la mesa y cogí la carta blanca. Por un momento había permanecido olvidada de mí. La abrí más contenta y entusiasmada que antes y metí la mano dentro.
 Frío. Una superficie rugosa chocó contra mi mano y la rodeé con ella, sacándola del sobre, descubriéndola antes mis ojos y agarrándola fuertemente.
 Un papel pequeño se deslizó fuera del sobre cuando saqué mi mano. Paralizada.
 Contemplé aquella broma maldita. Mi respiración se aceleró y todo me vino de golpe, cayendo sobre mi espalda como una enorme carga. La que había permanecido suspendida en el aire esperando este momento.
 Miré el metal brillante y cortante que seguía al mango que agarraba con fuerza en mi mano. Una navaja.
 Con la boca abierta, con los ojos desorbitados y con el corazón en el aire, me agaché, recogiendo la nota y sosteniéndola entre mi mano como si pesara más de lo que debía pesar un simple papel. Puntitos negros me acompañaron mientras intentaba leer. Se secó mi boca
 ¿RECUERDAS?
 Escrito en letras grandes a lo largo del folio blanco con letras rojas. Mis ojos se humedecieron y una gota cayó en el folio, comprendiendo que era esto.
 La mano con la que sostenía la navaja comenzó a temblar.
 ¡Suéltala! ¡Suéltala!   
 Proferí sonidos incomprensibles.
 Más lágrimas cayeron sobre el folio y la tinta roja se corrió, como si se tratase de sangre.
 -¿Vamos?--su voz sonó detrás de mí.
 Reaccioné inmediatamente y guardé todo en el sobre antes de que pudiera ver nada. Antes de que pudiera descubrirme a mí misma ante ella. Limpié mis ojos y me giré, alejando aquella carta lo más lejos de mí.
 -Claro.

10/11/2011

Acorralada 6ª

En la puerta de mi edificio no conseguía encontrar esa paz que necesitaba. El sol había ido avanzando a medida que yo vacilaba. Subí corriendo de nuevo a mi piso.
 Roberto, mi vecino, me abrió la puerta inmediatamente. Él era la única persona que tenía a mi alcance que pudiera ayudarme, consolarme. En este momento me sentí como una niña pequeña, demasiado pequeña. Y de hecho prácticamente lo era. Solo tenía veintidos años. Solo esos.
 Abrió la puerta de su casa y me abalancé sobre él, agarrándome con fuerza y haciéndolo retroceder por el impacto. Su cuerpo se puso rígido y unos segundos después, comprendiendo lo que sucedía relajó sus brazos y me envolvía, vacilante, entre los suyos, cerrando la puerta de su casa. Enterré mi cara en sus pecho y lloré.
 Lloré hasta empaparle lo que quiera que fuese que llevaba puesto. Mis ojos cerrados no veían nada, pero mi olfato me transmitía su olor particular. Al igual que su casa. "Su casa...." pensé "....tiene su olor...."
 Él dio unos pasos hacia atrás intentando soltarse de mi abrazo y dejando caer mi pelo azabache. Sus caricias pararon. Me recordaron a las caricias de mis padres cuando trataban de calmarme en momentos de oleajes. En momentos malos y me sentí mejor. Me sentí llena. Sus manos eran grande sobre mi espalda, casi abarcaba mis espalda con sus dos manos. O quizás yo era demasiado pequeña en comparación con él.
 Me alejé. Mis manos cerradas en puñitos limpiaron mis ojos, despejándolos de lágrimas desahogadoras.
 "Mi aspecto era tan rídiculo" pensé. Iba con ropa de casa, unos pantalones de chandal negros y cortos y una camisa hueca blanca y por supuesto mis zapatillas azules de terciopelo. Mi cara debía de estar un poco colorada por el llanto, mis ojos rojos de dolor.
 Me agarró del antebrazo y me llevó a su sofá, sentándose él en el pequeño sillón que estaba al lado del grande, donde yo me sentaba. Me miró de hito en hito, esperando a que empezara a hablar,a explicarle esa intromisión en su vida. Ese pequeño tiempo que le estaba robando.
 Lo miré a la cara y me asusté. Sus ojos ocultos bajo sus gafas me examinaban con una paciencia enorme, como si fuera un experto en consolar crías colegialas. Aún llevaba puesto el esmoquín pero sin corbata y sin chaqueta, con la camisa un poco desabrochada. Había venido en mal momento. En muy mal momento, pero él no me había detenido y seguía ahí esperando a que hablara.
 Me limpié las nuevas lágrimas que cayeron. Él. Él iba a ser mi confidente, mi cómplice. ¿Pero de verdad se lo iba a decir a él? ¿Y si la policía me descubría? ¿Y si descubrían que era una mentirosa? Al no hablar, al no contarles lo que tenía que decir ya me había condenado a mí misma. Lo había hecho. Era cómplice. De mi propio ataque y de ellos. Estaba ocultándoles información a la policía. Pero es que......¡tenía tanto miedo!
 Rodeaba mis huesos poco a poco, devoraba mi piel. Penetraba más profundamente en mi corazón, en mi cabeza, paralizándome.
 Mis ojos se encontraron con los de él y mi cara se arrugó hasta volver a llorar. Cubrí mi cara, escondiéndola de él, de todo lo que me rodeaba. Mi cuerpo dio una sacudida. Sollocé.
 Una mano se volvió a posar en mi espalda, consolándome.
 -¿Qué te pasa?--preguntó paternalmente, sonando como si quisiera protegerme, ayudarme. Agarró mi barbilla y quitándome las manos de la cara, giró mi rostro hacia él, obligándome a darle una respuesta.
 -Tengo miedo.--mi cuerpo dio otra sacudida y lo que dije quedó acortado por un sollozo.
 Di varias respiraciones largas, intentado tranquilizarme.
 -La otra noche.....antes de anoche.....--comencé.
 No estaba segura. ¿Era bueno decirle la verdad a Roberto? ¿Toda la verdad?
 -.....Vi una persecución. Eran dos chicos y uno de ellos......--temblé de miedo--.....tenía un cuchillo en la mano....
 Mis ojos, que solo miraban mi regazo parpadearon atontados. ¿Había mentido? ¿Por que no le había dicho la verdad?
 Eso....no era del todo mentira, pero no podía. No podía hacerle cómplice. No, porque sino las consecuencias le arrastrarían a él también. No podía decirle a nadie que habían estado a punto de matarme. De marcharme de este mundo para siempre sino era a la policía primero. Ellos debían de enterarse primero. Pero eso que le había dicho a Roberto fue exactamente lo mismo que conté a la policía. No había visto nada.
 Suspiré alejando la imagen de mi cabeza.
 Rob sonrió. Sin decir una palabra me abrazó de nuevo y me reconfortó. Sin decir nada, sin preguntar nada, me calmó. Me recordó al hermano que siempre quise y nunca tuve.
 Reí nerviosa.
 -Gracias.
 -¿Te sientes mejor ahora?--preguntó con voz dulce, delicada. Asentí con la cabeza.--Bien.....si me permites la pregunta....¿Has hablado con la policía?
 Me dediqué a mirarlo, sin sentimientos.
 -No es que no me preocupe que no te haya sucedido algo.....te veo aquí y no veo nada mal en tí.....
 Lloré, por dentro. ¿Nada mal en mí? ¿Nada mal? ¡Todo está mal! Quise gritarle, pero me negué. Me estaba consolando, me hacía sentir mejor.
 -Sí. Está todo solucionado....pero no lo saco de mi cabeza.--susurré.
 -Estás traumatizada.....
 Asentí con la cabeza. Traumatizada. Esa era la palabra correcta.
 -Solo.......necesitaba contárselo a alguien.--sonreí.
 -Te entiendo.--movió la cabeza de arriba abajo ritmicamente.
 -Bueno.....gracias por escuchar. Debería irme.--levanté una mano en señal de despedida, dirigiéndome hacia la puerta.
 Salí al pasillo. A estas horas estaba perfectamente iluminado gracias a la luz del sol que entraba por las ventanas. Parecía todo más tranquilo, seguro.
 -¡Espera!--gritó fuertemente, asustándome. Corrió hacia mí.--Quédate y después, más tarde cenamos....
 Miré por detrás de él, hacia su casa.
 La viejita que vivía al lado de mi piso pasó entre nosotros murmurando saludos de mala leche. Normalmente solía ser muy dulce. Soltó las bolsas de la compra y metió la llave por la cerradura con su mano temblorosa. La observé entrar y después volví a concentrarme en Rob. Lucía tranquilo, esperanzado de tener compañía esa noche, de dármela a mí.
 Miré mis zapatillas, que me indicaban lo que quería hacer yo realmente. Él dirigió la mirada hacia donde miraba yo y rió en voz alta, contagiándome.

Acorralada 5ª

 Llegué a la tienda y subí la verja para poder entrar. No la bajé, sabiendo que mi compañera debía de estar al llegar.
 Solté el bolso en una taquilla, debajo del mostrador y saqué un paño y el limpia-cristales. Quizás esto era lo que más odiaba de mi trabajo. Tener que limpiar la tienda para que no se viera sucia. Lo demás.....me gustaba todo. Aconsejar a los clientes, colocar la ropa, vestir los maniquies....Adoraba mi trabajo y me alegraba de tener uno.
 Mi estudios no eran pocos, pero tampoco muchos. Solo la E.S.O y bachillerato de ciencias.
 Dejé el paño y me dispuse a colocar las prendas desdobladas. Odiaba que la gente las tratara al trancazo. Y sobre todo cuando venía una aglomeración de gente que no habían manos suficientes para atender todo lo que había a nuestro alrededor.
 Terminé con el primer estante y continué con el siguiente.
 Unas cosquillas subieron por mi espalda hasta atraparme la cintura con las manos. Me giré riéndome, esa solo podía ser una persona.
 Paula tenía un resplandor en la cara que se debía a que había dormido más esa noche. Me trataba como a una hermana pequeña más que como una compañera del trabajo. Lo cierto es que yo era la más joven de todas con diferencia. Todas mis compañeras tenían de veintinueve años para arriba y yo era la única con veintidós.
 Dejó su bolso junto al mío y cogió el cepillo. Mientras ella barría el suelo yo seguí ordenando la ropa y colocando cada prenda donde debía.
 -¿Qué tal el finde? ¿Descansaste lo suficiente?--no respondí y ella me miró. Sorprendida porque me hubiera pillado bajé los ojos y me concentré en mis quehaceres.
 -Bueno....no estuvo mal. La verdad es que estaba deseando que terminara esa semana para empezar esta. Los horarios de mañana me gustan más que los de la tarde.
 -¿Y a quién no? Hay menos trabajo eso desde luego.
 -No me refiero a eso. Me gusta este trabajo, no me importa que haya más o menos gente, pero la tarde la quiero todita para mí.
 Paula rió como si el chiste le hubiera gustado. Por las mañana en la tienda solo estabamos nosotras dos. Nuestro jefe no consideraba apropiado contratar a nadie más por las mañanas, pero la verdad es que una tercera mano no vendría mal. En cambio, por la tarde éramos cinco chicas. No a todas las conocía todavía pero solo conocía sus nombres. Nada más.
 Terminamos de limpiar y ordenar. Me puse detrás del mostrador y busqué la palanca de la luz. Activé todo lo que me falta y la tienda cobró vida. Paula encendió el reproductor de música y comenzó a sonar en un tono bajo, los suficiente como para oirlo nosotras dos nada más.
 Esperamos a que se hicieran las diez, con algunas clientas fuera de la tienda ya, para aprovechar la mañana, ya que apenas venía gente a esta hora. Y abrimos las puertas.

                                                                             ***
 Llevaba toda la mañana trabajando y mis tripas empezaron a sonar. Era la hora de irme. Solo me quedaban cinco minutos más y me iría a casa. Las otras chicas llegaron justo en el momento de irnos Paula y yo.
 Entraron varios clientes a la vez que ellas. Los ignoré por completo. Estaba tan cansada que solo deseaba comer algo y relajarme. Hoy había sido un día movidito. La gente que no trabajaba por la mañana parecieron ponerse de acuerdo para venir el mismo día. Pero había sido un gran día. Estaba contenta, relajada y cansada. Justo lo que necesitaba.
 Unos chicos empezaron a hablar con Paula, preguntando acerca de no-sé-qué blusa de otro centro comercial que estaba agotada pero que aquí quedaban. Al principio los ignoré igualmente pero después habló una voz que me sonó conocida, sin saberlo. Su voz era profunda. Mi garganta se hundió, secando mi boca.
 Su pelo era rubio teñido y era bajito.
 Suspiré a medias y salí prácticamente corriendo hacia mi coche.
 Estaba obsesionada. Necesitaba contarle a alguien lo que me había sucedido. Lo necesitaba profundamente. Y no hablarle a cualquiera, la única persona que me haría superar esto era un psicólogo, pero no podía permitirme el lujo de ir. Tendría que contarle todo, exactamente todo si quería que la terapia funcionase, pero no podía hacerlo. Había mentido.
 Agarré el volante con fuerza. Saliendo del aparcamiento bruscamente.
 Mi casa seguía igual que como la había dejado al salir. Calenté la comida que había dejado sobre la encimera y saqué un plato de sopa de pollo de la nevera, calentándola en un caldero.
 La tortilla se había quedado un poco pachucha, pero estaba buena. Y la sopa......era tan deliciosa que si por mi fuera me comería un plato cada día. Pero no. No podía abastecerme solo con sopa.
 Terminé de almozar y escuché las noticias en la televisión mientras me quedaba dormida.
 Rozando el país de los sueños sonó mi móvil, alejándome de él. Refunfuñé. ¿Quién me llamaba ahora? Estaba tan irritada que la cabeza me había empezado a doler. No podía soportarlo.
 La música de mi móvil siguió sonando sin tino. Lo agarré con fuerza y sin mirar el nombre de la persona contesté.
 -¿Sí?--pregunté malhumorada. No contestó nadie. ¿Era una broma o qué?
 -¿Hola? ¿Hay alguien ahí?--aparté el móvil de mi oreja y miré la pantalla enfadada. Número desconocido. Mis ojos se agrandaron de par en par y colgué rápidamente, asustada. Nunca me había gustado responder a números desconocidos ni privados. Nunca.
 Comenzó a vibrar entre mis manos y salté asustada dejándo caer el móvil al piso. 
 Un número que no estaba registrado en mi agenda aparecía en la pantalla de mi móvil. Lo cogí entre mis manos. No podía responder. Estaba demasiado dormida y con la mente demasiado asustada. Apreté la tecla verde, la de responder por error. Puse el altavoz.
 -¿Hola?
 Escuchaba una respiración. Antes sin los altavoces activados no púde oírla. Siguió respirando agitadamente hasta asustarme. Colgué la llamada.
 Quien quiera que fuera el que me estuviera haciendo esta broma no tenía ni idea de lo mal que lo estaba pasando.
 Ni una semana. No había pasado ni una semana todavía, desde lo sucedido. Este era el segundo día.
 Mi móvil volvió a sonar y yo corrí alejándome de él  y poniéndole el silencio para no escucharlo. Silencio. Todo en silencio. No me resultaba aterrador, al contrario. De esa manera escuchaba todo cuanto había a mi alrededor. Todo cuanto sucedía. Silencio. No había más que eso.
 Me escondí bajo mis sábanas llorando como una niña pequeña. La comida se me subió a la parte alta de mi estómago, amenazándome.
 El miedo corrió por mis venas cuando escuché el zumbido del vibrador del móvil sobre la mesita del salón. mi cabeza dio vueltas y me subió un calorcito por la espalda, hipnotizante.
 Corrí, alejándome de todo. Yendo a un solo sitio donde encontrara consuelo, seguridad.

10/05/2011

Acorralda 4ª

 Me erguí en la cama rápidamente, sintiendo mi corazón golpeando mi pecho. Mi cuerpo estaba sudado y pegajoso; y yo.....temblando del miedo. Miedo. Miré a un lado y otro como había sucedido en mi sueño, solo que esta vez la familiaridad me golpeó como una bofetada en la cara. Mi casa.
 Estaba en mi cuarto. Mi apartamento. Tras las cortinas, el sol floreaba ya, inundando mi habitación de colores blanquicinos debido a las cortinas blancas.
 Mi despertador comenzó a vibrar en esa fracción de segundo que llevaba despierta, desorientada. Marcaba con números rojos y fluorescente las ocho y media.
 Me pasé la mano por el pelo y mi mano se humedeció.
 "Mierda" pensé para mis adentros. Sencillamente esto era lo peor que me había sucedido.
 Intenté recordar el sueño, procesándolo. Pero me daba miedo. Tanto que quería echarme a llorar e ir corriendo a la cama de mis padres para que me abrazaran fuertemente como habían hecho cuando era pequeña y tenía pesadillas. Ellos, mis padres, me habían protegido de mi subconsciente, que era el culpable de lo que soñaba y me habían enseñado a no tenerles miedos, a afrontarlo como una verdadera luchadora. Pero ahora......
 El timbre de mi apartamento sonó. Mis ojos se abrieron de par en par, sobresaltada. Respiré entrecortadamente.
 ¿A estas horas? ¿Quién era? Nunca, nunca mi timbre había sonado a estas horas de la mañana. Salté fuera de la cama, metiéndome en mis zapatillas azules de terciopelo. Me recogí el pelo caminando hacia la puerta y me paré delante de ella, mirando la pantallita del interfono.
 No había nadie. Solo se veía la acera de cuadros blanca y negra despejada y me mosqueé. No era el timbre del interfono de la calle, era el que había al lado de mi puerta, junto a la luz temporal de las escaleras. Y no podía ver quien era.
 Apoyé ambas manos en la puerta a la altura de mi cara y me apoyé en ellas. Cerré los ojos suavemente y pensé.
 Relajé mi mente. No podía ser. No podía ser él. No me conocía, no sabía donde vivía. No sabía nada de mí. No podía ser. No vendría a por mi un día después, no lo haría. O al menos eso pensaba yo poniéndome en su lugar. ¿Entonces......?
 No pensé más. Agarré el manillar de la puerta y la abrí lentamente.
 Un chico super familiar descansaba en la puerta. Sus gafas ocultaban sus ojos azules, lo deslucían. Pero generalmente llevaba lentillas y se podía disfrutar de su visión. El pelo lacio marrón le llegaba hasta la barbilla, peinado hacia atrás ahora. Seguía siendo tan alto como siempre. En su mano agarraba un maletín negro y llevaba puesto su esmoquín de trabajo, con una corbata lila muy mona.
 Roberto.
 Mi vecino de enfrente. Tenía cuatro años más que yo, veintiseis,  y me había pasado días y días en su apartamento intentado consolarle tras la marcha de su novia. Cuando había entrado en su apartamento para empaquetar las cosas de su novia y ayudarle a bajarlas al coche de ésta, una profunda tristeza me invadió. El piso quedó prácticamente vacío cuando terminamos de llevar las cosas de Teresa, la novia perdida.
 No sabía mucho de rupturas. La mayoría de las veces era yo la que dejaba a mis novios, aunque claro que sabía lo que era. Lo sabía y me entristecía. Este chico había tenido muy, muy mala suerte. Pero él no me había pedido ayuda. Se la había ofrecido yo. Las noches se me hacían eternas cuando le escuchaba llorar, ahora, ya lo llevaba mejor y no le escuchaba llorar. Pero los vecinos habían que ayudarse entre ellos y eso era lo que había hecho. Me mostraba muy voluntaria con todo y con todos. Aunque a veces me preguntaba si era por propia voluntad o solo para intentar el vacío que sentía a veces en mi pecho.
 -Buenos días, Jess--murmuró. Me miró a la cara, escrutando mi rostro.
 -Buen....--comencé a decir pero me interrumpió.
 -¡Oh! ¿Te he despertado?
 -No, que va. Has tocado el timbre justo cuando acababa de despertarme. Ja ja--reí. El pareció relajarse. Tener una vecina tan joven e inmadura no era del todo un suplicio. Era muy interesante.--Bueno.....¿necesitas algo? Es que me tengo que habilitar para ir al trabajo....
 Señalé por detrás de mí. Ya no sentía nada excepto simpatía y alegría. Una inmediata que me hacía sentir ese chico.  
 -Ah, claro. Mm...precisamente acerca de eso te quería hablar. Como tú trabajas en el centro comercial de Jarón, pues, quería saber si me podrías alcanzar en coche hasta allí. Tengo una entrevista en el edificio que está detrás.
 -Sí, no hay problemas. Pero me tengo que duchar y desayunar, asique si no te importa esperar....
 -Oh, no. La entrevista es a las nueve y media, todavía queda una hora--sonrió. Yo le invité a pasar y cerré la puerta detrás de él.
 Por un nano segundo me había hecho olvidar la pesadilla que había tenido y acerca de quien creía que iba a ver detrás de esta puerta, pero el recuerdo volvió a mí tan rápidamente como me metí en la ducha para eliminar los restos de sudor. El agua fría la sentí como hielo rajando mi piel, pero a pesar de eso no me molesté en subir la temperatura. Me venía de perla.
 Mi mente se despejó, mi cuerpo tembliqueó y cuando salí de la ducha no sentía el aire tan frío, al contrario. Lo sentí completamente cálido.
 Me preparé y cuando dejé el frasco de perfume sobre mi tocador salí disparada hacia el salón.
 El piso en sí no era tan grande como lo sería una casa, pero a mí me gustaba tenerlo todo a mano y tan acogedor.
 Rob se levantó nada más verme y me siguió bajando las escaleras, pero no antes de que cerrara la puerta con llave. No me fíaba de nadie.
 Fuera el aire era aún más cálido, el sol abrasaba mi piel, haciéndola arder. Entré en el coche y puse el aire acondicionado hasta que sentí que mi nariz se congelaba y que no podía tomar aire en mis pulmones. Roberto resoplaba por lo bajo. No era la primera vez que le llevaba a algún lado en coche. El suyo era tan viejo que constantemente se estropeaba. Pasaba más tiempo en el taller que conduciéndolo. Asique ya estaba más que acostumbrado a mi estúpida constumbre de matarme de frío.
 -No entiendo como lo aguantas, de verdad.--comentó por lo bajo.
 -Bueno....es solo cuestión de gusto. Prefiero refrescar un poco el ambiente, odio el calor.
 Le eché una miradita y seguí mirando a la carretera.
 -Tú lo que quieres es matarnos con una hipotermia.
 Reí. Él se abrazó a sí mismo, temblando del frío. Cambié la dirección del aire, todo hacia él y le puse la calefacción un rato. Lo suficiente para que dejara de temblar y lo apagué.
 Detuve el coche en frente del edificio al que debía ir Roberto y bajé la ventanilla cuando él cerró la puerta del coche.
 -Gracias por traerme.--murmuró en voz tan alta que pensé que no había visto la ventanilla deslizándose hacia abajo. Puse los ojos en blanco.
 -Nada. ¡Suerte con la entrevista!--grité en cuanto se hubo alejado.
 Yo conduje hasta el centro comercial y aparqué el coche en el sótano, resguardándolo del sol.

10/01/2011

Mi corazon, mi mar, personas que amo....


-¿Por que te gusta tanto el mar?
^Por que es infinito, inmortal....
-Vale, ¿pero eso que tiene de especial? Me tienes a mi....
^Sí, te tengo a tí. Pero tu eres algo pasajero. Puedo perderte en cualquier momento. El mar no va a desaparecer jamás, estará conmigo toda la eternidad.
-Pero yo estare contigo siempre.....
^No es algo seguro.....
-Sí que lo es, porque yo te quiero. Y no entiendo como prefieres el mar antes que a mi.
^Verás, no es que lo prefiera. Es que es más fiel, eterno y no desaparecerá. Seguirá intacto, de una pieza, siempre. Y ahora mismo tú eres una pequeña pieza de ese mar intenso. Corresponde mi corazón. Él está formado por pedacitos que corresponde a distintos sentimientos y personas. Y cada día van creciendo más, hasta formar un intenso mar dentro de mí. Como el real. Y cada vez que lo veo me recuerda al mar que crece poco a poco dentro de mi.....
-Entiendo.
^¿Lo entiendes?
-Sí, porque a mi me pasa igual. Tú eres mi mar.
^Y tú formas parte del mío. Pero no eres el único que lo formas.
-¿A no?
^No. Mis amigas, mi familia, mi gente.....también lo forman, pero tú eres el importante. Mi mar.