Vive el presente, no el futuro.

Vive el presente, no el futuro. No esperes a que llegue mañana, disfruta de lo que tienes hoy.

11/27/2011

Chica...¿mala?

 Mm....todo era una simple mentira. ¿Que sientes si te miento? No puedo evitarlo. Pero si te pillo, estás muerto. O quizás, te puedo perdonar. Pero creéme, no perdono a los que me mienten a mí. Aficionados......
 Si creen que todo está bajo vuestro control, que lo tienen dominado....no sois muy listo. Yo, aunque no se den cuenta, los domino a todos. TODOS caen en mis redes. Los manejo a mi gusto, a mi antojo. Mmm.....y si quiero....No, no podrían con ello. Soy demasiado víbora como para conformarme. Pero, me gusta engañaros. No puedo evitarlo. ¿Que quieres que te diga? ¿Qué todo es mentira? ¿Qué yo no miento? ¿Qué es solo una tapadera para que TÚ no me descubras? ¿Para nadie sepa quién soy realmente? ¿Por qué me da miedo? JA JA JA. Entonces estás muy perdid@ cariño. Porque YO si miento. Y me ENCANTA jugar con vosotr@s. Me divierto, me jacto de ello. Es muy duro ver, si me descubres, cuál es tu posición, en qué lado estás. Y qué hago yo. Pero....
 Puedo hacer una excepción. A lo mejor te elijo a ti o puede que no. Si eres buen@ en este arte. Si estás a mi altura....te puedo ayudar. Formarás parte de mi jueguecito, pero desde el otro lado. Desde mi lado. ¿Qué te parece? ¿Te atreves?
 La cuestión es querid@ si quiero....te la puedo jugar. Y no lo sabrás hasta el final. ¿Qué te parecería entonces? ¿Podrás aguantar mis jueguecitos? ¿Mis mentiras despiadadas? Porque....así soy yo.
 O estás conmigo o no lo estás. O lo intentas o no lo intentas. O puedes ganarme o yo te destrozaré. Te haré trizas. ¿Estás dispuest@?
 JA JA JA. Yo seguiré haciendo lo mismo siempre. Contigo o sin ti. Pero jugaré contigo en ese caso. ¿Qué te parecería si me hago pasar por tu amiga? Me descubres todos tus secretos, porque quieras o no, te des cuenta o no, confiarás en mí y yo te haré creer que te soy leal, que puedes confiar en mí y así todos y cada uno de tus secretos quedan a la luz para mí. Y después YO, ¿qué haría? ¡HUNDIRTE! Te jodería tanto la vida que lamentarías haberte hecho mi amiga, conocerme. Porque disfruto con ello. Me ENCANTA. Ya te lo dije antes de empezar. JA JA.
 Pero tranquil@. Haré una pequeña excepción. Te haré mí@. Y te gustará jugar, mentir. Sobre todo MENTIR.
 JA JA.

Acorralada 10º

 ¿Todo era distinto? Llevaba un par de días con Raquel y había logrado calmarme. Ya no estaba tan nerviosa, ni siquiera me sentía perdida. Esta chica lograba ayudarte sin que ella lo supiera. Era una persona maravillosa, mi hadita. El móvil no había vuelto a sonar desde el momento en el que entré por la puerta de Raquel. Y no me había encontrado cara a cara con sus padres. ¿Qué más podría pedir?
 El trabajo era entretenido. Y más ahora que la época de navidad se acercaba. La gente se volvía loca comprando para sus familiares. Y muchos de ellos venían comprando ropa para sus mujeres, novias, hijas....
 Estaba en el trabajo. Ahora no solo éramos dos dependientas. Otras dos de las chicas habían tenido que cambiar su turno al de por la mañana para poder cubrir todas las necesidades de la tienda. Yo estaba encargándome de cobrar, pero la verdad es que ya me dolía la cabeza de tantos números. Me gustaba ayudar al cliente a elegir lo mejor para la persona a la que estaba buscando la ropa. La talla, el estilo....moverme de un lado a otro y no encargarme de la infinita cola para cobrar, doblar las compras y meterlas en las bolsas y hacer el ticket especial para navidad.
 Llamé a Natalia, la chica que estaba simplemente colocando el desastre que habían formado los clientes y en cuanto acudió a la caja y yo terminé de atender a una mujer cuarentona que le había comprado a su hija un vaquero ajustado y una blusa negra de brillantitos de fiesta, le cambié el puesto.
 Natalia adoraba los números. A ella si que le gustaba cobrar, pues mientras lo hacía entablaba conversación con el cliente y le sonsacaba su vida entera. Era muy curiosa debía admitirlo, y lo mejor de todo: nunca se cansaba de cobrar. Podría pasarse el día entero sin quejarse. podía aguantar la presición de estar de pie en el mismo sitio sin moverse.
 Paula y Andrea andaban por la tienda con algún cliente o en el almacen buscando tallas adecuadas. Yo me acerqué a una mesa y coloqué todas las blusas disparatadas, ordenándolas por tallas de menor a mayor. No serviría de nada, ya que volverían a destrozar el motón, pero al menos, lo poco que duraría ordenadas daría buena pinta al cliente, que era lo más importante.
 Noté que alguien caminaba hacia mí y me erguí con una camiseta de cuello alto, gris, entre las manos. Me fijé en un chico con unos pantalones cortos de invierno a cuadro de tonalidades marrones entre sus manos. Lo miré de arriba abajo disimuladamente. En su cuello había un tatuaje que el subía como una enredadera hasta la oreja. Su vestimenta no era la una persona precisamente normal. Tenía pinta de gamberro. Hice una mueca. Las apariencias engañaban y yo no era nadie para juzgarle.
 -Disculpe, señorita ¿puede ayudarme?--murmuró el chico educadamente. Dejé la camiseta bien doblada sobre el motón y me volví hacia el chico con una enorme sonrisa en la cara.
 -Claro, dígame.
 -Estaba buscando una talla correcta...pero no sé cuál utiliza mi novia.--hice una mueca de comprensión.
 -Puede decirme más o menos como es de anchita--dije señalando mi cintura para que me entendiera. El chico me miró de arriba abajo, cuestionándome y haciéndome sentir incómoda.
 -Es.....más o menos como tú. Sí, sin duda.--sonrió y yo le devolví la sonrisa.
 -Oh, entonces nececsitará la talla treinta y ocho. ¿Está seguro de que es esa?
 -Claro, acabo de decirle que es como usted.--me puse roja de vergüenza. Era verdad que acababa de decírmelo. ¿A donde se me había ido el santo?
 -Iré a buscarla.
 Le quité el pantalón que me tendía y fui hasta el motón de los pantalones a cuadros, justo al lado de las blusas de fiestas. Y lo encontré allí. Suspiré. La gente era muy despitada. Me giré buscando al chico, pero no lo veía por ninguna parte. Seguí buscándolo por la tienda por si estaba mirando otra cosa. Nada. No estaba. Se había ido. ¡Estupendo! ¿Me había estado tomando el pelo? Menudo mamarracho. ¿Cómo se atrevía?
 Dejé el pantalón donde estaba, sintiéndome observada. ¿Se había estado intentado reir de mí?

11/20/2011

¿Qué harías si.....

Todo tu mundo cae bajo un enorme hechizo que te estropea la vida? Te vuelve loca. La gente nueva que conoces no es lo que parece...todos, pero TODOS esconden algo bajo esa fachada de inocencia finginda, te engañan. Te hacen daño, juegan contigo......porque no sabes lo que son. Porque jamás lo sabrás. Porque...NADA es lo que PARECE.
 Y tú.....caerás. Porque eres una más en ese mundo. Pero no lograrás salir. En más.....no volverás a ser nunca la misma que fuiste una vez. NUNCA. Cambiarás para mal. Llorarás, sufrirás...harás daño a la gente, sea quien sea. Y no te importará. Serás como ellos, sin darte cuenta, sin quererlo. Pero no descubrirás nada, en ese mundo. NADA.
 Hasta que algo vuelva a cambiarte el rumbo. Algo malo. SIEMPRE será malo. Una vez dentro, no volverás a tener nada bueno. NADA. Todo irá de mal en peor. Y vendrá alguien que te explique todo. Te lo muestre, y te adentrarás aún más. Y todo será horrible, diabólico. Algo impensable....
 ¿Qué harás entonces? Porque si te enamoras de él.....ten por seguro que morirás. Dura y lentamente. Él te matará. Hará trizas tu corazón hasta que no puedas soportarlo. Y tú.....desearás no haber entrando en ese mundo. Desearás no haber existido, querrás desaparecer.
 ¿Pero..... y si no te enamoras? ¿Y si lo detenienes a tiempo? ¿Qué pasaría?
 TODO CAMBIARÍA.

11/15/2011

Acorralada 9º

 Sonreí, fingiendo una falsa alegría, una maldita que podría haber sentido si no fuera.....por aquella carta.
 Alegría. ¿Conocía su significado? Porque sinceramente cería que ya no sabíia lo que era desde hacía bastante tiempo. Y un significado que me gustaría vlver a tener en mi vocabulario. No lo soportaba. Tanta tristeza, miedo...Debía hacer algo. Pero eso ya lo sabía desde hacía mucho, de nada me servía repetirlo una y otra vez si no actuaba y hacía algo al respecto.
 "Vamos, vamos, tranquila, estás con Raquel" me animé a mí misma.
 Ella me observó por encima de su plato de comida. Prácticamente estaba vacío ya. Sonrió tapándose la boca con la mano y después cogió una servillera y se limpió las comisuras del labio.
 Enseguida una idea empezó a formarse en mi cabecita y la luz de mi bombillo se encendió.
 -Oye, Raquel, ¿te puedo pedir un gran favor?
 Ella dejó sus cubiertos encima del plato y me observó con curiosidad y una sonria aún más amplia que la anterior.
 -Dime--pidió.
 -Quería saber....si te importaría que me quedara contigo un par de días.
 "Respira hondo, respira hondo" tuve que recordármelo. No me había dado cuenta de que había estado conteniendo el aliento hasta que le pregunté. ¿Me dejaría? Sería una enorme distracción para mí. Y muy buena.
 -Claro--dijo poco convencida--pero sabes que tengo clases, asique si no te importa quedarte sola....
 -Lo que me importa es si te importa a ti, la verdad es que un poco de comp´ñía no me vendría mal.
 Ella pasó sus manos por encima de la mesa y me agarró la que tenía libre. Yo con la otra mano pinché un trozo de carne y me lo llevé a la boca esperando el veredicto.
 -¡Lo sabía, Jess! ¡Lo sabía!--exclamó tan fuerte que me sobresaltó y el tenedor cayó al suelo bajo la atenta mirada de los curiosos criticones.
 Mis ojos desorbitados se dirigieron hacia aquella chillona muchacha y mi mueca espantada la hizo reírse.
 -Me refiero....--intentó hablar acallando su risa--.....que sabía que no era bueno que te fueras a vivir sola tan pronto. Eres muy joven todavía para tanta soledad, en mi opinión. ¡No tengo ningún problema en que vengas a casa!
 Mi cara reflejó absolutamente toda la alegría que emanaba mi cuerpo. le apreté la mano fuertemente y le di las gracias un millar de veces.
 Terminé de comer en lo que Raquel se tragaba un trozo de tarta de chocolate con muy buena pinta, pero que, por desgracia, no me sentía capaz de probar.
 Ella se despidió de la camarera que nos había atendido al llegar y salimos del restaurante.
 la tarde había refrescado bastante. El sol iluminaba las aceras y los capotes de los coches brillaban con su luz, pero, sin embargo, no era suficiente para calentar el ambiente, era solamente una luz superficial, sin daños ni efectos.
 Algunas nubecillas viajaban por el cielo, amenazando con tapar el sol y el poco calor que aportaba a la tarde.
 Raquel me llevó a casa y ella se marchó en cuanto yo cerré la puerta de mi apartamento, para preparar la habitación para mí.
 vivía con sus padres, pero tenía la libertad absoluta que deseaba y hacía lo que quería cuando quería, ya que no ocasionaba demasiados problemas.
 Afortunadamente sus padres eran tan ricos como para poder costearse la universidad de su hija sin reducir gastos en otras cuestiones, y eran lo suficientemente ricos como para tener que trabajar casi todo el día. A veces pensaba si no veían más como su hogar el lugar de sus trabajos que su propia casa, pero eso no era asunto mío.
 Si tenía suerte solo me cruzaría un par de veces con ellos, pero no tantas como para sentirme incómoda rellenando largos silencios entre ambos.
 Ebité la cocina a propósito, sabiendo que aquella horrible carta estaba allí. la que me había conducido a pedirle el favor a mi mejor amiga. Por desgracia, el trabajo continuaba y quizás no estaría tan sola en la casa de Raquel como ella pensaba. Las vacaciones eran muy reducidas, pero me conformaba. Era un horario hermoso. Sobre todo porque esta semana tenía turno de mañana y estaría muy acompalada, además de por las tardes tener a Raquel a mi lado. Esperaba, esperanzada que funcionase de verdad, sino tendría que tomar medidas muy duras para mí: hablaría con la policía. De hecho, debería hacerlo igualmente pero no. Si podía ocultarlo y convivir con ello, lo haría, sino lo desvelaría.
 No es que me gustara ni quería convertirme en una cómplice de posible asesinato. Porque si había estado a punto de matarme....probablemente lo hubiera hecho antes. Pero es que no quería implicarme en asuntos turbios como ese, que pudieran ennegrecer mi vida y que yo fuera la única testigo. Porque si lo era....no sería yo quien delatase a nadie. Porque igual que yo sabía quiénes eran...ellos sabían quién era yo. Y si los delataba.....ya sabrían quién había sido.
 Respiré hondo. Era un tema que debía pensar. No podía ignorarlo así sin más. Pero ya lo tenía decidido.
 Mis pensamientos eran contradictorios, me daba cuenta de ello, pero no importaba. Decisiones, decisiones....
 Saqué una pequeña mochila y guardé algunos conjuntos de ropa para trabajar, metiéndolos cuidadosamente doblados. Dos pijamas, zapatos, perfuma, maquillaje, cepillos....
 Terminé de hacerla al isntante y la cerré con un poco de maña.
 Hice la cama y recogí mi habitación. No soportaba dejar mi piso desordenado y teniendo conciencia de que estaba todo tirado y sucio.
 Al terminar con mi habitacíón ordené el salón e hice la colada.
 Dejé la mochila en el silló y me paré justo en la entrada de la cocina.
 Tenía que fregar los plaos, y colocar los que ya estaban secos. Tenía que hacerlo.
 Sin pensar ni un segundo más, porque sinceramente no podía pensar más de lo que ya lo hacía, entré en la cocina. Estaba exactamente igual que como la había dejado. No la echaría de menos por un par de días, para nada.
 Centré mis ojos en la poca vajilla sucia y saqué del lavavajillas los platos sequitos y todavía un poco calientes. Abriendo armarios y trasteando coloqué todo y fregué en el fregadero el plato, los vasos y los dos cubiertos sucios que tenía.
 Acabé pasando el paño por la encimera y dejé la cocina tan deslumbrante como los demás días del año. Apoyé mis manos en la encimera cuando terminé de limpiarla. Agaché la cabeza y reposé un poco, recuperando fuerzas. Estaba realemente cansada. Como si algo a mí alrededor hubiera chupado mi energía. Cansancio.
 Cerré los ojos y masajeé mis hombros suavemente sintiendo como me llegaba al alme de lo relajante que me era.
 Giré mi cuerpo hacia la encimera que había en medio de la cocina, sin abrir los ojos aún. No estaba preparada para hacerlo.
 Mis manos seguían haciendo maravillas sobre mis hombros y yo seguí derritiéndome al tacto, relajándome.
 Logré abrir los ojos con pereza y sin vacilaciones tiré la carta maldita en el cubo de la basura, sin pensar siquiera, dejando en la encimera las cartas comunes.
 Rodeé mi cuello con un pañuelo de varios colores y cogiendo mi móvil, mis llaves y mi mochila, me apresuré. Me aseguré de que la puerta quedaba bien cerrada y le di varias vueltas a la cerradura.