Llegué a la tienda y subí la verja para poder entrar. No la bajé, sabiendo que mi compañera debía de estar al llegar.
Solté el bolso en una taquilla, debajo del mostrador y saqué un paño y el limpia-cristales. Quizás esto era lo que más odiaba de mi trabajo. Tener que limpiar la tienda para que no se viera sucia. Lo demás.....me gustaba todo. Aconsejar a los clientes, colocar la ropa, vestir los maniquies....Adoraba mi trabajo y me alegraba de tener uno.
Mi estudios no eran pocos, pero tampoco muchos. Solo la E.S.O y bachillerato de ciencias.
Dejé el paño y me dispuse a colocar las prendas desdobladas. Odiaba que la gente las tratara al trancazo. Y sobre todo cuando venía una aglomeración de gente que no habían manos suficientes para atender todo lo que había a nuestro alrededor.
Terminé con el primer estante y continué con el siguiente.
Unas cosquillas subieron por mi espalda hasta atraparme la cintura con las manos. Me giré riéndome, esa solo podía ser una persona.
Paula tenía un resplandor en la cara que se debía a que había dormido más esa noche. Me trataba como a una hermana pequeña más que como una compañera del trabajo. Lo cierto es que yo era la más joven de todas con diferencia. Todas mis compañeras tenían de veintinueve años para arriba y yo era la única con veintidós.
Dejó su bolso junto al mío y cogió el cepillo. Mientras ella barría el suelo yo seguí ordenando la ropa y colocando cada prenda donde debía.
-¿Qué tal el finde? ¿Descansaste lo suficiente?--no respondí y ella me miró. Sorprendida porque me hubiera pillado bajé los ojos y me concentré en mis quehaceres.
-Bueno....no estuvo mal. La verdad es que estaba deseando que terminara esa semana para empezar esta. Los horarios de mañana me gustan más que los de la tarde.
-¿Y a quién no? Hay menos trabajo eso desde luego.
-No me refiero a eso. Me gusta este trabajo, no me importa que haya más o menos gente, pero la tarde la quiero todita para mí.
Paula rió como si el chiste le hubiera gustado. Por las mañana en la tienda solo estabamos nosotras dos. Nuestro jefe no consideraba apropiado contratar a nadie más por las mañanas, pero la verdad es que una tercera mano no vendría mal. En cambio, por la tarde éramos cinco chicas. No a todas las conocía todavía pero solo conocía sus nombres. Nada más.
Terminamos de limpiar y ordenar. Me puse detrás del mostrador y busqué la palanca de la luz. Activé todo lo que me falta y la tienda cobró vida. Paula encendió el reproductor de música y comenzó a sonar en un tono bajo, los suficiente como para oirlo nosotras dos nada más.
Esperamos a que se hicieran las diez, con algunas clientas fuera de la tienda ya, para aprovechar la mañana, ya que apenas venía gente a esta hora. Y abrimos las puertas.
***
Llevaba toda la mañana trabajando y mis tripas empezaron a sonar. Era la hora de irme. Solo me quedaban cinco minutos más y me iría a casa. Las otras chicas llegaron justo en el momento de irnos Paula y yo.
Entraron varios clientes a la vez que ellas. Los ignoré por completo. Estaba tan cansada que solo deseaba comer algo y relajarme. Hoy había sido un día movidito. La gente que no trabajaba por la mañana parecieron ponerse de acuerdo para venir el mismo día. Pero había sido un gran día. Estaba contenta, relajada y cansada. Justo lo que necesitaba.
Unos chicos empezaron a hablar con Paula, preguntando acerca de no-sé-qué blusa de otro centro comercial que estaba agotada pero que aquí quedaban. Al principio los ignoré igualmente pero después habló una voz que me sonó conocida, sin saberlo. Su voz era profunda. Mi garganta se hundió, secando mi boca.
Su pelo era rubio teñido y era bajito.
Suspiré a medias y salí prácticamente corriendo hacia mi coche.
Estaba obsesionada. Necesitaba contarle a alguien lo que me había sucedido. Lo necesitaba profundamente. Y no hablarle a cualquiera, la única persona que me haría superar esto era un psicólogo, pero no podía permitirme el lujo de ir. Tendría que contarle todo, exactamente todo si quería que la terapia funcionase, pero no podía hacerlo. Había mentido.
Agarré el volante con fuerza. Saliendo del aparcamiento bruscamente.
Mi casa seguía igual que como la había dejado al salir. Calenté la comida que había dejado sobre la encimera y saqué un plato de sopa de pollo de la nevera, calentándola en un caldero.
La tortilla se había quedado un poco pachucha, pero estaba buena. Y la sopa......era tan deliciosa que si por mi fuera me comería un plato cada día. Pero no. No podía abastecerme solo con sopa.
Terminé de almozar y escuché las noticias en la televisión mientras me quedaba dormida.
Rozando el país de los sueños sonó mi móvil, alejándome de él. Refunfuñé. ¿Quién me llamaba ahora? Estaba tan irritada que la cabeza me había empezado a doler. No podía soportarlo.
La música de mi móvil siguió sonando sin tino. Lo agarré con fuerza y sin mirar el nombre de la persona contesté.
-¿Sí?--pregunté malhumorada. No contestó nadie. ¿Era una broma o qué?
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?--aparté el móvil de mi oreja y miré la pantalla enfadada. Número desconocido. Mis ojos se agrandaron de par en par y colgué rápidamente, asustada. Nunca me había gustado responder a números desconocidos ni privados. Nunca.
Comenzó a vibrar entre mis manos y salté asustada dejándo caer el móvil al piso.
Un número que no estaba registrado en mi agenda aparecía en la pantalla de mi móvil. Lo cogí entre mis manos. No podía responder. Estaba demasiado dormida y con la mente demasiado asustada. Apreté la tecla verde, la de responder por error. Puse el altavoz.
-¿Hola?
Escuchaba una respiración. Antes sin los altavoces activados no púde oírla. Siguió respirando agitadamente hasta asustarme. Colgué la llamada.
Quien quiera que fuera el que me estuviera haciendo esta broma no tenía ni idea de lo mal que lo estaba pasando.
Ni una semana. No había pasado ni una semana todavía, desde lo sucedido. Este era el segundo día.
Mi móvil volvió a sonar y yo corrí alejándome de él y poniéndole el silencio para no escucharlo. Silencio. Todo en silencio. No me resultaba aterrador, al contrario. De esa manera escuchaba todo cuanto había a mi alrededor. Todo cuanto sucedía. Silencio. No había más que eso.
Me escondí bajo mis sábanas llorando como una niña pequeña. La comida se me subió a la parte alta de mi estómago, amenazándome.
El miedo corrió por mis venas cuando escuché el zumbido del vibrador del móvil sobre la mesita del salón. mi cabeza dio vueltas y me subió un calorcito por la espalda, hipnotizante.
Corrí, alejándome de todo. Yendo a un solo sitio donde encontrara consuelo, seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario